Esto he oído.
En cierto momento, el Buddha se encontraba cerca de Sāvatthī en la arboleda de Jeta, en el monasterio de Anāthapiṇḍika. Allí, el Buddha se dirigió a los bhikkhus:
—¡Bhikkhus!
—Venerable señor —respondieron.
El Buddha dijo esto:
—En cierta ocasión, bhikkhus, cierta deidad de la compañía de los Treinta y Tres se estaba divirtiendo en el Jardín de las Delicias, escoltada por una banda de ninfas, y entregada a los placeres celestiales. En esa ocasión recitó este versículo:
«¡No conocen el placer
los que no ven el Jardín de las Delicias!
¡Es la morada de los devas señoriales,
la gloriosa hueste de los Treinta y Tres!».
Cuando hubieron hablado, otra deidad respondió con este verso:
«Tonto, ¿no comprendes el dicho de los Dignos:
todas las condiciones son perecederas,
su naturaleza es surgir y cesar,
habiendo surgido, cesan,
su quietud es verdadera felicidad?».