Esto he oído.
En cierto momento, el Buddha se encontraba en la tierra de los sākkas cerca de Silāvatī. Allí, varios bhikkhus estaban paseando no lejos del Buddha, perseverantes, entusiastas y decididos.
Entonces, Māra el Malvado se manifestó en la forma de un brahmán con una gran rasta enmarañada, con una piel de antílope. Era viejo, estaba encorvado, jadeaba y sostenía un bastón de madera de higuera. Se acercó a esos bhikkhus y les dijo:
—Vosotros salisteis cuando erais jóvenes, venerables. Teníais el pelo negro, bendecidos con la juventud, en la flor de la vida, y nunca habíais coqueteado con los placeres sensoriales. Disfrutad de los placeres sensoriales humanos. No renunciéis a lo que es visible en el presente para perseguir lo que surte efecto con el tiempo.
—Brahmín, eso no es lo que estamos haciendo. Estamos renunciando a lo que surte efecto con el tiempo para perseguir lo que es visible en el presente. Porque el Buddha dice que los placeres sensoriales surten efecto con el tiempo, dan mucho sufrimiento y angustia, y están aún más llenos de inconvenientes. Pero esta Enseñanza es visible en esta misma vida, inmediatamente efectiva, invitando a la verificación, relevante, para que la gente sensata pueda conocerla por sí misma.
Cuando hubieron hablado, Māra el Malvado negó con la cabeza, movió la lengua, arqueó las cejas hasta que frunció el ceño en tres surcos, y se fue apoyado en su bastón. Entonces esos bhikkhus ancianos se acercaron al Buddha, se inclinaron, se sentaron a un lado y le contaron lo que había sucedido. El Buddha dijo:
—Bhikkhus, ese no era un brahmán. ¡Ese era Māra el Malvado quien vino a engañarte los ojos!
Entonces, cuando el Buddha se enteró de esto, recitó este verso:
«Cuando una persona ha visto de dónde proviene el sufrimiento,
¿cómo podría inclinarse hacia los placeres sensoriales?
Al darse cuenta de que el aferramiento es una cadena en el mundo,
una persona se entrenaría para eliminarlo».