Hubo un tiempo en que el Buddha se encontraba en la tierra de los māgadhanos en Andhakavinda. Allí, el Buddha se encontraba sentado a la intemperie durante la oscuridad de la noche, mientras una suave lluvia caía.
Más tarde, a altas horas de la noche, el hermoso Brahmā Sahampati, iluminando la totalidad de Andhakavinda, se acercó al Buddha, se inclinó, se hizo a un lado y recitó estos versos en presencia del Buddha:
«Uno debe frecuentar los alojamientos apartados
y practicar para liberarse de las adicciones.
Si no encuentra placer allí,
viva en el Saṅgha, amparado y protegido.
Caminar pidiendo limosna de familia en familia,
con los sentidos vigilados, salvaguardados y prevenidos.
Se deben frecuentar alojamientos apartados,
Estando libre de miedos.
Donde se deslizan serpientes espantosas,
donde los relámpagos destellan
y el cielo truena en la oscuridad de la noche,
allí medita un bhikkhu, libre de la carne de gallina.
Esto es algo que realmente he visto,
no me baso en rumores y charlas.
Cuando un solo hombre dijo la verdad,
miles escaparon del reino de la muerte.
Y de los aprendices hay más de quinientos,
y diez veces diez decenas,
todos han entrado en la corriente,
liberados del renacimiento en el reino animal.
Y en cuanto a otras personas que creo
que han compartido el mérito,
ni siquiera podría numerarlas
por temor a hablar falsamente».