SN 10.3: Con Quisquilloso

Hubo un tiempo en que el Buddha se encontraba cerca de Gayā en la repisa de piedra tallada en el refugio de Quisquilloso, el yakkha.

Allí, los yakkhas Greñudo y Quisquilloso pasaban no lejos del Buddha. Entonces Greñudo le dijo a Quisquilloso:

—Eso es un asceta.

—¡Eso no es un asceta, es un farsante! Pronto descubriré si es un asceta o un farsante.

Entonces Quisquilloso se acercó al Buddha y se inclinó contra su cuerpo, pero el Buddha se apartó. Entonces Quisquilloso le dijo al Buddha:

—¿Tienes miedo, asceta?

—No, Maestro, no tengo miedo. Pero tu tacto es desagradable.

—Te haré una pregunta, asceta. ¡Si no me respondes, te volveré loco, o te haré explotar el corazón, o te agarraré de los pies y te arrojaré a la otra orilla del Ganges!

—No veo a nadie en este mundo con sus devas, Māras y Brahmās, este mundo con sus ascetas y brahmanes, sus devas y humanos que puedan hacerme eso. Pero, de todos modos, pregunta lo que quieras.

El espíritu le preguntó:

«¿Cuál es la causa del ansia y el odio?

¿Por qué sentimos atracción, repulsión y miedo?

¿Cuál es el origen de los pensamientos que revolotean como un cuervo

que los niños pequeños mantienen atado con una cinta»?

El Buddha le contestó:

«La codicia y el odio se originan en ti mismo.

Lo mismo ocurre con la atracción, la repulsión y el miedo.

Tú mismo eres el origen de los pensamientos que revolotean como un

cuervo que los niños pequeños mantienen atado con una cinta.

Surgen de ti mismo, de tu deseo, como las ramas de un baniano.

Se enrollan en torno a diferentes beneficios sensoriales,

como una planta trepadora

se enrolla alrededor de los árboles.

Aquellos que entiende esto como es,

también logran guardarlo.

¡Escucha, yakkha!

¡Logran cruzar el río que es tan difícil de cruzar

y que nunca antes habían cruzado!

No habrá nuevo renacer para ellos».

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