SN 11.20: Sakka rinde homenaje al Saṅgha

Cerca de Sāvatthī en la arboleda de Jeta.

—En cierta ocasión, bhikkhus, Sakka, el Señor de los Devas, se dirigió a su auriga Mātali:

—Mi querido Mātali, engancha el carro con su equipo de mil purasangres. Iremos a un parque y veremos el paisaje.

—Sí, señor —respondió Mātali.

Enganchó el carro e informó a Sakka:

—Buen señor, el carro con su equipo de mil purasangres ha sido enjaezado. Por favor, ve cuando te conVen. Más tarde, Sakka descendió del Palacio de la Victoria, levantó las palmas unidas y veneró al Sagha de los bhikkhus.

Entonces Mātali, el auriga, se dirigió a Sakka en verso:

«Son estos los que deberían adorarte,

es decir, los humanos atrapados en sus cuerpos putrefactos,

hundidos en un cadáver,

atacados por el hambre y la sed.

Entonces, ¿por qué envidias a aquellos

que no tienen hogar, Vāsava?

Cuéntanos sobre el modo de vida de los sabios,

déjanos escuchar lo que tienes que decir».

Respondió Sakka:

«Por eso envidio a las personas

sin hogar, Mātali.

Cuando dejan una aldea,

se van sin preocuparse.

No acumulan mercancías en almacenes,

ni en ollas o cestas,

buscan alimentos preparados por otros y,

fieles a sus votos, viven de ello.

El sabio cuyas palabras están llenas de sabiduría,

vive en paz y en silencio.

Los devas luchan con los asuras

y los mortales luchan entre sí, Mātali.

No peleando entre los que pelean,

se extinguen entre los que han tomado las armas.

No aferrándose entre los que se aferran,

son a quienes adoro, Mātali».

Mātali dijo:

«Aquellos a quienes adoras

parecen ser los mejores del mundo, Sakka,

yo también adoraré

a aquellos a quienes adoras, Vāsava».

Después de decir esto, Maghavā el jefe, rey de los devas, el esposo de Sujā, habiéndose inclinado ante el Saṅgha de los bhikkhus, se subió a su carro.

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