En Sāvatthī.
—En cierta ocasión, bhikkhus, varios sabios, éticos de buen carácter, que se asentaron en chozas de hojas en una región salvaje.
Entonces Sakka, el Señor de los Devas, y Vepacitti, señor de los asuras, fueron a esos sabios. Vepacitti se puso las botas, se abrochó la espada y, con una sombrilla, entró en la choza por la puerta principal. Pasó junto a esos sabios, manteniéndolos a distancia.
Sakka se quitó las botas, entregó su espada a los demás y, dejando su sombrilla, entró en la choza por una puerta que encontró. Se situó a favor del viento de esos sabios, reverenciándolos con las palmas juntas. Entonces esos sabios se dirigieron a Sakka en verso:
«El olor de los sabios que se iniciaron hace mucho tiempo
se desprende de sus cuerpos y soplan con el viento.
Nos conduce a ti, a ti con mil ojos.
El hedor de los sabios es inmundo, ¡oh! rey de los devas».
Sakka respondió:
«El olor de los sabios que se iniciaron hace mucho tiempo
se desprende de sus cuerpos y sopla con el viento.
Es como el aroma de las guirnaldas de flores en la cabeza.
Es este aroma el que nos gustaría conocer, caballeros.
No hay nada aquí que a los dioses no nos guste».