Esto he oído.
En cierto momento, el Buddha se encontraba cerca de Vesāli, en el Gran Bosque, en la sala con el techo puntiagudo.
Allí, el venerable Visākha, el hijo de Pañcāli, estaba educando, alentando, animando e inspirando a los bhikkhus en la sala con el techo puntiagudo con una charla sobre la Enseñanza. Sus palabras resultaban pulidas, claras, bien articuladas, expresando el significado, comprensivas e independientes.
Más tarde, al final de la tarde, el Buddha salió del retiro y fue la sala con el techo puntiagudo. Se sentó en el asiento preparado y se dirigió a los bhikkhus:
—Bhikkhus, ¿quién estaba educando, animando, alentando e inspirando a los bhikkhus en la sala con el techo puntiagudo con una charla sobre la Enseñanza?
—Señor, fue Venerable Visākha, el hijo de Pañcāli.
Entonces el Buddha le dijo a Visākha:
—¡Bien, bien, Visākha! Es bueno que eduques, animes, enciendas e inspires a los bhikkhus en la sala con el techo puntiagudo con una charla sobre la Enseñanza, con palabras pulidas, claras, bien articuladas, que expresan el significado, comprensivas e independientes.
Eso es lo que dijo el Buddha. Entonces el Señor, el Maestro, continuó diciendo:
«Un sabio no puede esconderse entre los necios.
Se le conoce en cuanto dice algo
y enseña en el camino de lo que no muere.
¡Habla de la verdad, déjala brillar!
¡Alza la bandera entre los sabios!
Los sabios están reunidos
bajo el estandarte de la palabra:
porque la verdad es estandarte de los sabios».