SN 35.121: Aviso a Rāhula

En cierto momento, el Buddha se encontraba cerca de Sāvatthī en la arboleda de Jeta, en el monasterio de Anāthapiṇḍika.

Más tarde, mientras se encontraba aislado en un lugar solitario, le vino a la mente este pensamiento: «las cualidades que maduran en la liberación han madurado en Rāhula. ¿Por qué no lo llevo más lejos hacia el final de las tendencias subyacentes?».

Más tarde, el Buddha se vistió por la mañana y, tomando su cuenco y su túnica, fue a pedir limosna En Sāvatthī.

 Después de la comida, a su regreso de la ronda de limosnas, se dirigió al venerable Rāhula:.

—Rāhula, toma tu paño para el asiento. Vayamos al Bosque Oscuro para descansar del calor del día.

—Sí, Maestro —respondió Rāhula. Tomando su paño para sentarse, siguió al Buddha.

Allí, muchos miles de devas siguieron al Buddha, pensando: «¡Hoy el Buddha llevará a Rāhula más allá del fin de las tendencias subyacentes!».

Entonces el Buddha se sumergió profundamente en el Bosque Oscuro y se sentó a la raíz de un árbol en el asiento preparado. Rāhula se inclinó ante el Buddha y se sentó a un lado. El Buddha le dijo:.

—¿Qué piensas, Rāhula? ¿Es el ojo imperecedero o perecedero?

—Es perecedero, Maestro.

—Pero si es perecedero, ¿es agradable o desagradable?

—Desagradable, Maestro.

—Pero si es algo perecedero, es desagradable y susceptible de venirse abajo, ¿es digno de ser considerado así: «esto es mío, yo soy esto, sobre esto tengo control»?

—No, señor.

—¿Las imágenes… el contacto visual… las qualia visuales es algo imperecedero o perecedero?

—Es perecedero, Maestro.

—Todo lo que esté incluido en las reacciones emocionales, la percepción, la situación condicional y la cognición que surja condicionado por las qualia visuales: ¿eso es imperecedero o perecedero?

—Es perecedero, Maestro.

—Pero si es perecedero, ¿es agradable o desagradable?

—Desagradable, Maestro.

—Pero si es algo perecedero, es desagradable y susceptible de venirse abajo, ¿es digno de ser considerado así: «esto es mío, yo soy esto, sobre esto tengo control»?

—No, señor.

—¿El oído… la nariz… la lengua… el cuerpo… el intelecto es imperecedero o perecedero?

—Perecedero, Maestro.

—Pero si es perecedero, ¿es agradable o desagradable?

—Desagradable, Maestro.

—Pero si es algo perecedero, es desagradable y susceptible de venirse abajo, ¿es digno de ser considerado así: «esto es mío, yo soy esto, sobre esto tengo control»?

—No, señor.

—¿Son los pensamientos… el contacto mental… las qualia, imperecederas o perecederas?

—Son perecederas, Maestro.

—Todo lo que esté incluido en las reacciones emocionales, la percepción, la situación condicional y la cognición que surja condicionado por los pensamientos: ¿eso es imperecedero o perecedero?

—Es perecedero, Maestro.

—Pero si es perecedero, ¿es agradable o desagradable?

—Desagradable, Maestro.

—Pero si es algo perecedero, es desagradable y susceptible de venirse abajo, ¿es digno de ser considerado así: «esto es mío, yo soy esto, sobre esto tengo control»?

—No, señor.

—Al ver esto, un discípulo de los nobles entrenado se desilusiona con los ojos, con las imágenes, con el contacto visual y con las qualia visuales. Y se desilusiona con todo lo que se incluye en las reacciones emocionales, la percepción, la situación condicional y la cognición que surgen condicionadas por las qualia visuales.

Se desilusiona con la oreja… la nariz… la lengua… el cuerpo…

Se desilusiona con el intelecto, las ideas, el contacto mental y los pensamientos. Y se desilusiona con todo lo que se incluye en las reacciones emocionales, la percepción, la situación condicional y la cognición que surgen condicionadas por los pensamientos.

Al estar desilusionado, el ansia se desvanece. Cuando el ansia se desvanece, se libera. Cuando está liberado, sabe que está liberado. Entiende: «El renacimiento se ha terminado, la vida de renuncia se completó, se hizo lo que tenía que hacer, no hay retorno a ningún estado de existencia».

Eso es lo que dijo el Buddha. Satisfecho, el venerable Rāhula estaba contento con lo que dijo el Buddha. Y mientras se pronunciaba este discurso, la conciencia de Rāhula se liberó de las tendencias subyacentes por el ansia.

Y la intuición impecable e inmaculada de la Enseñanza surgió en esos miles de devas: «Todo lo que tiene un principio tiene un final».

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