SN 35.75: Enfermo (II)

Una vez, cuando el Maestro estaba en Savatthi, un bhikkhu se le acercó, lo saludó cortésmente y le dijo:.

—Allí vive un nuevo bhikkhu que no conoce a nadie aquí, Maestro. Está muy enfermo y con mucho dolor. Sería bueno si le pudieras mostrar misericordia yendo a saludarlo.

Cuando el Maestro escuchó que el bhikkhu era nuevo y no conocía a nadie allí, y que estaba enfermo, y fue adonde vivía. El bhikkhu lo vio venir y trató de levantarse de la cama. Pero el Maestro dijo:.

—Túmbate, bhikkhu, y no intentes sentarte. Aquí hay otros asientos que puedo usar.

Y el Maestro se sentó en un asiento que estaba listo por allí. Luego dijo:.

—¿Cómo estás, bhikkhu? ¿Notas alguna mejora? ¿El dolor se vuelve más débil y no más fuerte? ¿Estás mejorando o empeorando?

—Estoy mal, Maestro. No noto ninguna mejora. El dolor solo se vuelve más fuerte y no más débil. No me pongo mejor, sino peor.

—¿Tiene alguna preocupación, bhikkhu? ¿Hay algo de lo que te arrepientas?

—Tengo muchas preocupaciones, Maestro. Tengo mucho de lo que arrepentirme.

—¿Te estás culpando a ti mismo por una vida poco ética, bhikkhu?

—No, no me culpo por una vida poco ética, Maestro.

—Pero si no te culpas a ti mismo por una vida poco ética, ¿qué te preocupa? ¿Qué es entonces de lo que te arrepientes?

—No entiendo la doctrina de una vida ética perfecta que tú enseñas, Maestro.

—Pero si no comprendes la doctrina de una vida ética perfecta que yo enseño, ¿qué entiendes entonces de mi doctrina, bhikkhu?

—Porque entiendo que el Buddha no ha enseñado la Enseñanza simplemente por el bien de la pureza ética.

—Si es así, ¿cuál es exactamente el propósito de impartir la Enseñanza?

—Entiendo que el Buddha ha enseñado la Enseñanza con el propósito de extinguirse por completo mediante el no aferramiento.

—Es bueno, bhikkhu, es bueno que entiendas esa doctrina de la extinción final que yo enseño.

—¿Qué opinas, bhikkhu? ¿Es el ojo imperecedero o perecedero?

—Es perecedero, Maestro.

—¿El oído… la nariz… la lengua… el cuerpo… el intelecto… las ideas… el contacto mental… los pensamientos… la reacción emocional agradable, dolorosa o indiferente que surge condicionada por los pensamientos, es imperecedero o perecedero?

—Es perecedero, Maestro.

—Pero si es perecedero, ¿es agradable o desagradable?

—Desagradable, Maestro.

—Pero si es algo perecedero, es desagradable y susceptible de venirse abajo, ¿es digno de ser considerado así: «esto es mío, yo soy esto, sobre esto tengo control»?

—No, señor.

—Cuando un discípulo de los nobles ve esto, ya no se ata al ojo, al oído, a la nariz, a la lengua, al cuerpo o al intelecto. Cuando ya no se compromete con ninguno de ellos, las pasiones se enfrían, y cuando las pasiones se enfrían, se vuelve libre. Con la libertad viene el reconocimiento de la libertad, y él sabe que nada nuevo surge, la vida de renuncia se completa, lo hecho, hecho está y no habrá más después de esto.

Así habló el Maestro, y el bhikkhu se regocijó con las palabras del Maestro. Y mientras el Maestro decía esto, la conciencia del bhikkhu se liberó de toda implicación y de las tendencias subyacentes.

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