SN 35.231: El símil del árbol productor de látex

—Bhikkhus, tomemos el caso de cualquier bhikkhu o bhikkhunī que, de imágenes vistas por el ojo todavía tenga ansia, aversión e ignorancia y aún no las ha abandonado. Si incluso imágenes insignificantes entran en su rango de visión, superan su mente, por no hablar de aquellas que son importantes.

—¿Por qué es eso?

—Porque todavía tiene ansia, aversión e ignorancia, y no las han abandonado.

Que de sonidos… olores… gustos… tactos… ideas conocidas por el intelecto, todavía tenga ansia, aversión e ignorancia, y no los ha abandonado. Si incluso pensamientos insignificantes entran en el rango de su mente, superan su mente, por no hablar de aquellos que son importantes.

—¿Por qué es eso?

—Porque todavía tiene ansia, aversión e ignorancia, y no los ha abandonado.

Supongamos que hubiera un árbol productor de látex, como un árbol bodhi, un baniano, una higuera de hojas onduladas o una higuera en racimo, que es un árbol joven y tierno. Si un hombre lo cortara aquí y allá con un hacha afilada, ¿saldría el látex?

—Sí, señor.

—¿Por qué es eso?

—Porque todavía tiene látex.

—De la misma manera, tomemos el caso de cualquier bhikkhu o bhikkhunī que, de imágenes vistas por el ojo todavía tenga ansia, aversión e ignorancia y aún no las ha abandonado. Si incluso imágenes insignificantes entran en su rango de visión, superan su mente, por no hablar de aquellas que son importantes.

—¿Por qué es eso?

—Porque todavía tiene ansia, aversión e ignorancia, y no los ha abandonado.

Que de sonidos… olores… gustos… tactos… ideas conocidas por el intelecto, todavía tenga ansia, aversión e ignorancia, y no los ha abandonado. Si incluso pensamientos insignificantes entran en el rango de su mente, superan su mente, por no hablar de aquellos que son importantes.

—¿Por qué es eso?

—Porque todavía tiene ansia, aversión e ignorancia, y no los ha abandonado.

Tomemos como ejemplo a cualquier bhikkhu o bhikkhunī que, de imágenes vistas por el ojo, no tiene ansia, aversión ni ignorancia, y los ha abandonado. Si incluso imágenes atractivas entran en su rango de visión, no superan su mente, por no hablar de aquellas que son triviales.

—¿Por qué es eso?

—Porque ya no le queda ansia, aversión ni ignorancia, y las ha abandonado.

Que de sonidos… olores… gustos… tactos… ideas conocidas por el intelecto, no le queda ansia, aversión ni ignorancia, y las ha abandonado. Si incluso pensamientos convincentes entran en el rango de su mente, no superan su mente, por no hablar de los que son triviales.

—¿Por qué es eso?

—Porque ya no le queda ansia, aversión ni ignorancia, y las ha abandonado.

Supongamos que hubiera un árbol productor de látex, como un árbol bodhi, un baniano, un higo de hojas onduladas o un higo en racimo, que está seco, marchito y decrépito. Si un hombre lo cortara aquí y allá con un hacha afilada, ¿saldría el látex?

—No, señor.

—¿Por qué es eso?

—Porque no le queda látex.

—De la misma manera, tomemos como ejemplo a cualquier bhikkhu o bhikkhunī que, de imágenes vistas por el ojo, no tiene ansia, aversión ni ignorancia, y los ha abandonado. Si incluso imágenes atractivas entran en su rango de visión, no superan su mente, por no hablar de aquellas que son triviales.

—¿Por qué es eso?

—Porque ya no le queda ansia, aversión ni ignorancia, y las ha abandonado.

Que de sonidos… olores… gustos… tactos… ideas conocidas por el intelecto, no le queda ansia, aversión ni ignorancia, y las ha abandonado. Si incluso pensamientos convincentes entran en el rango de su mente, no superan su mente, por no hablar de los que son triviales.

—¿Por qué es eso?

—Porque ya no le queda ansia, aversión ni ignorancia, y las ha abandonado.

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