Esto he oído.
En una ocasión, el Buddha se encontraba cerca de Sāvatthī en la arboleda de Jeta, el monasterio de Anāthapiṇḍika. Allí, el Buddha se dirigió a los bhikkhus:
—¡Bhikkhus!
—Venerable señor —respondieron.
El Buddha dijo esto:
—Cualesquiera que sean los peligros, todos proceden de los tontos, no de los sabios. Cualesquiera que sean los problemas, todos proceden de los tontos, no de los sabios. Cualesquiera que sean las desgracias que haya, todas proceden de los tontos, no de los sabios. Es como un fuego que se extiende desde una choza hecha de juncos o hierba y quema hasta una casa con techo a dos aguas, enlucida por dentro y por fuera, sin corrientes de aire, con pestillos cerrados y con las ventanas cerradas. De la misma forma, cualesquiera que sean los peligros, todos proceden de los tontos, no de los sabios. Cualesquiera que sean los problemas, todos proceden de los tontos, no de los sabios. Cualesquiera que sean las desgracias que haya, todas proceden de los tontos, no de los sabios.
Por tanto, el tonto es peligroso, pero la persona sabia, no. El tonto es problemático, pero el sabio, no. El tonto provoca desgracias, pero el sabio, no. No hay peligro, problema o desgracia que provenga de los sabios. Por tanto, debéis entrenar así: «Rechazaremos las tres cosas por las que se conoce a un tonto, y emprenderemos y practicaremos las cosas por las que se conoce a una persona sabia». Así es como debéis entrenar.