AN 5.41: Hacerse rico

En cierta ocasión, el Buddha se encontraba cerca de Sāvatthī en la arboleda de Jeta, el monasterio de Anāthapiṇḍika. Entonces, el cabeza de familia Anāthapiṇḍika se acercó al Buddha, se inclinó y se sentó a un lado.

El Buddha le dijo:

—Cabeza de familia, existen estas cinco razones para hacerse rico.

—¿Qué cinco?

—En primer lugar, con su legítima riqueza, ganada con sus esfuerzos e iniciativa, construida con sus propias manos, acumulada con el sudor de la frente, uno se hace feliz y satisfecho, manteniéndose debidamente complacido. Hace felices a su madre y a su padre… Hace felices a sus hijos, socios, sirvientes, trabajadores y personal… Ésta es la primera razón para hacerse rico.

Además, con su legítima riqueza hace feliz a sus amigos y colegas… Ésta es la segunda razón para hacerse rico.

Además, con su riqueza legítima, uno se protege a sí mismo de las pérdidas por cosas como el fuego, el agua, los gobernantes, los bandidos y los herederos odiosos y se mantiene a salvo. Esta es la tercera razón para hacerse rico.

Además, con su riqueza legítima hace cinco sacrificios: a sus familiares, a sus invitados, a sus antepasados, al rey en forma de los impuestos que debe recibir y a los devas. Esta es la cuarta razón para hacerse rico.

Además, con su legítima riqueza asienta la limosna que conduce hacia arriba, la ofrenda celestial que lleva a la felicidad, que conduce a los mundos celestiales para ascetas y brahmines, aquellos que evitan la borrachera y la embriaguez, asentados en la paciencia y la dulzura, que se dominan, se calman y se entrenan para alcanzar el Nibbāna. Esta es la quinta razón para hacerse rico.

Estas son las cinco razones para hacerse rico.

Ahora bien, si se agotan las riquezas que obtiene un discípulo de los nobles por estas cinco razones, él piensa: «Bien, las riquezas que he obtenido por estas razones se está acabando». Y por esto no se arrepiente.

Pero si aumentan las riquezas que un discípulo de los nobles obtiene por estas cinco razones, él piensa: «Bien, las riquezas que he obtenido por estas razones están aumentando». Y por esto no se arrepiente en ambos casos.

He disfrutado de mi riqueza,

apoyando a quienes depende de mí,

he superado las pérdidas,

he dado limosnas edificantes,

he hecho las cinco ofrendas,

he cuidado de los que llevan

una vida de renuncia

éticos y disciplinados.

He logrado el propósito

por el cual un laico sabio

desea enriquecerse.

No me arrepiento de lo que he hecho.

Y cuando un mortal recuerda esto

se mantiene firme en la Enseñanza de los nobles.

Es alabado en esta vida por los sabios

y parte para regocijarse en el cielo.

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