—Bhikkhus, no alabo el estancamiento en las cualidades meritorias, y mucho menos el declive. Alabo el crecimiento en cualidades meritorias, no el estancamiento ni el declive.
—¿Y cómo declinan las cualidades meritorias, sin estancarse ni crecer?
—Cuando un bhikkhu tiene cierto grado de fe, ética, generosidad, sabiduría y elocuencia. Esas cualidades no se estancan ni crecen en él. A esto lo llamo declive de las cualidades meritorias, no hay un estancamiento ni un crecimiento. Así es como se produce un declive de las cualidades meritorias, no hay un estancamiento ni un crecimiento.
—¿Y cómo se estancan las cualidades meritorias, sin declinar ni crecer?
—Cuando un bhikkhu tiene cierto grado de fe, ética, generosidad, sabiduría y elocuencia. Esas cualidades no disminuyen ni crecen en él. A esto lo llamo estancamiento en cualidades meritorias, no hay declive ni un crecimiento. Así es como hay estancamiento en las cualidades meritorias, no hay declive ni crecimiento.
—¿Y cómo hay crecimiento en las cualidades meritorias, sin estancarse ni declinar?
—Cuando un bhikkhu tiene cierto grado de fe, ética, generosidad, sabiduría y elocuencia. Esas cualidades no se estancan ni decaen en él. A esto lo llamo crecimiento en cualidades meritorias, no hay un estancamiento ni un declive. Así es como hay crecimiento en las cualidades meritorias, no hay un estancamiento ni un declive.
Si un bhikkhu no es hábil en los caminos de la mente de los demás, entonces debe entrenarse a sí mismo: «Seré hábil en los caminos de mi propia mente».
—¿Y cómo un bhikkhu es hábil en los caminos de su propia mente?
—Supongamos que hubiera una mujer o un hombre o un chaval joven aficionado a los adornos, mira su propio reflejo en un espejo limpio y brillante o en un cuenco de agua transparente. Si ve suciedad o imperfecciones allí, intentará eliminarlas. Pero si no ve suciedad o imperfecciones allí, está feliz con eso, ya que tiene todo lo que desea: «¡Qué suerte que estoy limpio!».
De la misma manera, verificar es muy útil para las cualidades meritorias de un bhikkhu.
«¿A menudo soy codicioso, o no? ¿Soy a menudo malicioso, o no? ¿Me siento a menudo abrumado por el adormecimiento y la somnolencia, o no? ¿A menudo estoy inquieto, o no? ¿A menudo tengo dudas, o no? ¿A menudo estoy irascible, o no? ¿A menudo estoy corrompido en la mente, o no? ¿A menudo me perturban el cuerpo, o no? ¿Soy a menudo enérgico, o no? ¿Estoy a menudo inmerso en contemplación, o no?».
Supongamos que, al comprobarlo, un bhikkhu se da cuenta de esto: «A menudo soy codicioso, malicioso, estoy abrumado por la negligencia y la somnolencia, inquieto, dudoso, irascible, con la mente contaminada, con el cuerpo perturbado, perezoso y no inmerso en contemplación».
Para abandonar a esos estados mentales malos y perjudiciales, debe ejercer una fuerza, un esfuerzo, una diligencia, un entusiasmo, una perseverancia, un entendimiento y una vigilia notables.
Supongamos que su ropa o su cabeza están en llamas. Para extinguirlas, le echaría ganas, aplicaría esfuerzo, celo, vigor, perseverancia, práctica y entendimiento intensos. De la misma manera, para abandonar esas cualidades malas y perjudiciales, ese bhikkhu debe aplicar un entusiasmo intenso…
Pero supongamos que, al comprobarlo, un bhikkhu se da cuenta de esto: «A menudo estoy satisfecho, soy bondadoso, estoy libre de adormecimiento y somnolencia, tranquilo, confiado, benevolente, puro de mente, imperturbable de cuerpo, enérgico y sumergido en contemplación».
Basado en esas cualidades meritorias, debe practicar más la concentración para acabar con las tendencias subyacentes.
