Esto he oído.
En cierto momento, el Buddha se encontraba cerca de Sāvatthī en Bosquecillo de Jeta, en el monasterio de Anāthapiṇḍika.
En ese momento, el venerable Moliya Phagguna vivía confraternizando excesivamente con las bhikkhunīs. Si algún bhikkhu delante del venerable Moliya Phagguna hablaba con desprecio de alguna de esas bhikkhunīs, entonces el venerable Moliya Phagguna se disgustaba, se enojaba y montaba un escándalo. Y si algún bhikkhu, delante de esas bhikkhunīs, despreciaba al venerable Moliya Phagguna, entonces esas bhikkhunīs se disgustaban, se enojaban y montaban un escándalo. Así vivía el venerable Moliya Phagguna confraternizando con las bhikkhunīs.
Luego, un bhikkhu se acercó al Buddha, se inclinó, se sentó a un lado y le contó lo que estaba pasando.
Entonces el Buddha le dijo a ese bhikkhu:
—Por favor, bhikkhu, en mi nombre, dile al bhikkhu Moliya Phagguna que el maestro lo llama.
—Sí, señor —respondió ese bhikkhu.
Fue a Phagguna y le dijo:
—Venerable Phagguna, el Maestro te llama.
—Sí, venerable —respondió Phagguna.
Se acercó al Buddha, se inclinó y se sentó a un lado.
El Buddha le dijo:
—¿Es realmente cierto, Phagguna, que te has estado confraternizando excesivamente con las bhikkhunīs? ¿Tanto es así que si algún bhikkhu critica a esas bhikkhunīs en tu presencia, te enfadas y te enojas, e incluso instigas un proceso disciplinario? ¿Y si algún bhikkhu te critica en presencia de esas bhikkhunīs, se enfadan y se enojan, e incluso instigan procedimientos disciplinarios? ¿Es así como confraternizas con las bhikkhunīs?
—Sí, señor.
—Phagguna, ¿no eres un individuo que ha pasado de la vida hogareña a la vida sin hogar?
—Sí, señor.
—Como tal, no es apropiado que te mezcles tan estrechamente con las bhikkhunīs. Entonces, si alguien critica a esas bhikkhunīs en tu presencia, debes abandonar cualquier ansia o pensamiento de la vida hogareña. Si eso sucede, debes entrenar así: «Mi mente no se verá afectada. No soltaré malas palabras. Permaneceré lleno de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas». Así es como debes entrenar.
Entonces, incluso si alguien golpea a esas bhikkhunīs con puños, piedras, varas y espadas en tu presencia, debes renunciar a cualquier ansia o pensamiento de la vida hogareña. Si eso sucede, debes entrenar así: «Mi mente no se verá afectada. No soltaré malas palabras. Permaneceré lleno de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas». Así es como debes entrenar.
Entonces, si alguien te critica en tu presencia, debes abandonar cualquier ansia o pensamiento de la vida hogareña. Si eso sucede, debes entrenar así: «Mi mente no se verá afectada. No soltaré malas palabras. Permaneceré lleno de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas». Así es como debes entrenar.
Entonces, Phagguṇa, incluso si alguien te golpea con puños, piedras, varas y espadas, debes renunciar a cualquier ansia o pensamiento de la vida hogareña. Si eso sucede, debes entrenar así: «Mi mente no se verá afectada. No soltaré malas palabras. Permaneceré lleno de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas». Así es como debes entrenar.
Entonces el Buddha dijo a los bhikkhus:
—Bhikkhus, solía estar satisfecho con los bhikkhus. Una vez, me dirigí a ellos: «Como mi comida de una sola vez al día. Al hacerlo, me encuentro sano y bien, ágil, fuerte y viviendo cómodamente. Vosotros también debéis comer vuestra comida de una sola vez al día. Al hacerlo, encontrareis que estáis sanos y bien, ágiles, fuertes y viviendo cómodamente». No tuve que seguir instruyendo a esos bhikkhus, solo tenía que impulsar su impasibilidad.
Supongamos que un carro está enganchado a unos purasangres en un cruce de caminos en un terreno llano, con la fusta lista. Entonces, un hábil domador de caballos, un maestro auriga, podía subir al carro, tomar las riendas con la mano derecha y fustigar con la izquierda. Conduciría de ida y de vuelta a donde quisiera, cuando quisiera.
De la misma manera, no tuve que seguir instruyendo a esos bhikkhus, solo tenía que impulsar su impasibilidad. Entonces, bhikkhus, abandonad lo que no es bueno y dedicaos a las buenas cualidades. De esta forma lograréis crecimiento, mejora y madurez en esta enseñanza y disciplina.
Supongamos que no muy lejos de un pueblo o aldea hubiera una gran arboleda de sālas que estuviera ahogada con matas de ricino. Luego llegaría una persona que quiere ayudar a proteger y nutrir esa arboleda. Cortaría los sālas jóvenes que estuviesen torcidos que roban la savia y los tiraría. Limpiaría el interior de la arboleda y cuidaría adecuadamente los retoños de salas rectos y bien formados. De esta manera, a su debido tiempo, esa bosque de sālas crecería, aumentaría y maduraría.
De la misma manera, bhikkhus, abandonad lo que no es bueno y dedicaos a las buenas cualidades. De esta forma lograréis crecimiento, mejora y madurez en esta enseñanza y disciplina.
En una ocasión, bhikkhus, aquí mismo en Sāvatthī había una cabeza de familia llamada Vedehikā. Tenía una buena reputación: «La cabeza de familia Vedehikā es dulce, ecuánime y tranquila». Ahora, Vedehikā tenía una doncella llamada Kāḷī que era hábil, incansable y bien organizada en su trabajo.
Entonces Kāḷī pensó: «Mi ama tiene la reputación de ser dulce, ecuánime y tranquila. Pero, ¿realmente hay enojo en ella y simplemente no lo muestra? ¿O no tiene enojo? ¿O es solo porque mi trabajo está bien organizado que ella no muestra enojo, aunque todavía lo mantiene adentro? ¿Por qué no pongo a prueba a mi ama?».
Así que Kāḷī ese día se levantó tarde.
Vedehikā le dijo:
—¡Oye, Kāḷī!
—¿Qué pasa, señora?
—¿No te has levantado todavía?, ¿qué te pasa, niña?
—¡Oh, no importa, señora!
—¿Qué no importa que te levantes tan tarde, desgraciada?
Enojada y molesta, frunció el ceño.
Entonces Kāḷī pensó: «Mi ama en realidad está enojada y simplemente no lo demuestra, no es que no tenga rabia. Es solo porque mi trabajo está bien organizado que ella no muestra enojo, aunque todavía lo mantiene adentro. ¿Por qué no pruebo más a mi ama?».
Así que Kāḷī se levantó aún más tarde.
Vedehikā le dijo:
—¡Oye, Kali!
—¿Qué pasa, señora?
—¿No te has levantado todavía?
—¡Oh, no importa, señora!
—¿Qué no importa que te levantes tan tarde, desgraciada? Preguntó Vedehika, en un tono claramente enojado.
Pensó Kali: «Mi ama no muestra con suficiente claridad si está realmente enojada o no, ¿es porque hago un buen trabajo? ¿Quizás debería someterla a una nueva prueba?».
Así que Kāḷī se levantó incluso más tarde.
Vedehikā le dijo:
—¡Qué diablos, Kāḷī!
—¿Qué pasa, señora?
—¿Te vas a levantar incluso más tarde, qué te pasa, niña?
—Nada, señora.
—No pasa nada, chica mala, ¡pero te levantas incluso más tarde!
Enojada y molesta, agarró un rodillo y golpeó a Kāḷī en la cabeza, rompiéndosela.
Entonces Kāḷī, con sangre brotando de su cráneo agrietado, denunció a su ama a las vecinas:
—¡Miren, señoras, lo que hizo la dulce! ¡Mira lo que hizo la impasible! ¡Miren lo que hizo la tranquila! ¿Cómo diablos puede agarrar un rodillo y golpear a su única doncella en la cabeza, abriéndola, solo por levantarse tarde?
Después de algún tiempo, la ama Vedehikā adquirió esta mala reputación: «La ama Vedehikā es feroz, de mal genio y nada tranquila».
De la misma manera, un bhikkhu puede ser el más dulce de los dulces, el más impasible de los impasibles, el más tranquilo de los tranquilos, siempre que no encuentre ninguna crítica desagradable. Pero es cuando se encuentran con críticas desagradables que sabrás si es realmente dulce, impasible y tranquilo. No quiero decir que un bhikkhu sea fácil de amonestar solo si le hablas de túnicas, de la limosna, de la comida, del alojamiento, de las medicinas y de los suministros para los enfermos.
—¿Por qué es eso?
—Porque cuando no recibe túnicas, limosnas, comida, alojamiento, medicinas y suministros para los enfermos, ya no es fácil de amonestar. Pero cuando un bhikkhu simplemente porque honra, respeta, venera, adora y exalta la Enseñanza es fácil de amonestar, entonces digo que es fácil amonestarlo. Entonces, bhikkhus, debéis entrenarse así: «Seremos fáciles de amonestar simplemente porque honramos, respetamos, reverenciamos, adoramos y veneramos la enseñanza». Así es como debéis entrenar.
Bhikkhus, existen estas cinco formas en las que otros pueden criticaros. Su discurso puede ser oportuno o inoportuno, verdadero o falso, gentil o cruel, beneficioso o dañino, benevolente o que oculte aversión. Cuando otros os critiquen, pueden hacerlo de cualquiera de estas formas. Si eso sucede, debéis entrenar así: «Nuestras mentes no se verán afectadas. No soltaremos malas palabras. Permaneceremos llenos de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas. Esparciremos benevolencia a esa persona. Y con él como objeto, esparciremos pensamientos de benevolencia a todos en el mundo: abundantes, expansivos, ilimitados, libres de enemistad y de malevolencia». Así es como debéis entrenar.
Supongamos que una persona viniera con una pala y una canasta y dijera: «¡Haré que esta gran tierra quede sin tierra!». Luego empezó a cavar un poco aquí y allá, tirando un poco de tierra aquí y allá, escupiendo aquí y allá y orinando aquí y allá, mientras decía: «¡No tengas tierra! ¡Quédate sin tierra!».
¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Podría esa persona hacer que esta gran tierra no tuviera tierra?
—No, señor.
—¿Por qué es eso?
—Porque esta gran tierra es profunda e ilimitada. No es fácil dejarla sin tierra. Esa persona seguramente se va a cansar en vano.
—De la misma manera, existen estas cinco formas en las que otros pueden criticaros. Su discurso puede ser oportuno o inoportuno, verdadero o falso, gentil o cruel, beneficioso o dañino, benevolente o que oculte aversión. Cuando otros os critiquen, pueden hacerlo de cualquiera de estas formas. Si eso sucede, debéis entrenar así: «Nuestras mentes no se verán afectadas. No soltaremos malas palabras. Permaneceremos llenos de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas. Esparciremos benevolencia a esa persona. Y con ellos como base, esparciremos benevolencia a la tierra y a todos los habitantes del mundo: abundante, expansiva, ilimitada, libre de enemistad y de malicia». Así es como debéis entrenar.
Supongamos que una persona viniera con un tinte como la laca roja, la cúrcuma, el índigo o el carmesí y dijera: «Trazaré dibujos en el cielo, haciendo que las imágenes aparezcan allí».
¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Esa persona podría hacer dibujos en el cielo?
—No, señor.
—¿Por qué es eso?
—Porque el cielo no tiene forma y es invisible. No es fácil hacer dibujos allí. Esa persona seguramente se va a cansar en vano.
—De la misma manera, existen estas cinco formas en las que otros pueden criticaros…
Supongamos que llega una persona con una antorcha de hierba encendida y dice: «Prenderé fuego y quemaré el río Ganges con esta antorcha de hierba encendida».
¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Podría esa persona prender fuego y quemar el río Ganges con una antorcha de hierba encendida?
—No, señor.
—¿Por qué es eso?
—Porque el río Ganges es profundo e ilimitado. No es fácil prenderle fuego y quemarlo con una antorcha de hierba encendida. Esa persona seguramente se va a cansar en vano.
—De la misma manera, existen estas cinco formas en las que otros pueden criticarte…
Supongamos que hubiera una bolsa de piel de gato que fue bruñida y arreglada a fondo para que la piel se volviera suave como la seda, de modo que no emitiera ni un solo chirrido o sonido de roce. Entonces aparece una persona que lleva un palo o una piedra y dice: «Haré que esta bolsa de piel de gato suave chirríe con este palo o con esta piedra».
¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Podría esa persona hacer chirriar y crujir esa bolsa de piel de gato suave con ese palo o esa piedra?
—No, señor.
—¿Por qué es eso?
—Porque esa bolsa de piel de gato está bruñida, suave, sedosa, libre de chirríos y crujidos. No es fácil hacer que chirríe o cruja con un palo o con una piedra. Esa persona seguramente se va a cansar en vano.
—De la misma manera, existen estas cinco formas en las que otros pueden criticaros. Su discurso puede ser oportuno o inoportuno, verdadero o falso, gentil o cruel, beneficioso o dañino, benevolente o que oculte aversión. Cuando otros os critiquen, pueden hacerlo de cualquiera de estas formas. Si eso sucede, debéis entrenar así: «Nuestras mentes no se verán afectadas. No soltaremos malas palabras. Permaneceremos llenos de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas. Esparciremos benevolencia a esa persona. Y con ella como base, esparciremos benevolencia como una bolsa de piel de gato a todos en el mundo: abundantes, expansivos, ilimitados, libres de enemistad y de malevolencia». Así es como debes entrenar.
Incluso si unos bandidos de la peor calaña os cortaran miembro a miembro con una sierra, cualquiera que tuviera un pensamiento malévolo por ese motivo no estaría siguiendo mis instrucciones. Si eso sucede, debéis entrenar así: «Nuestras mentes no se verán afectadas. No soltaremos malas palabras. Permaneceremos llenos de misericordia, con benevolencia y sin aversiones ocultas. Esparciremos benevolencia hacia esa persona. Y con ella como base, esparciremos benevolencia a todos en el mundo: abundante, expansiva, ilimitada, libre de enemistad y de malicia». Así es como debéis entrenar.
Si reflexionáis con frecuencia sobre este consejo, el símil de la sierra, ¿veis alguna crítica, grande o pequeña, que no podáis soportar?
—No, señor.
—Entonces, bhikkhus, deberíais reflexionar con frecuencia sobre este consejo, el símil de la sierra. Esto os traerá alegría y felicidad durante mucho tiempo.
Eso es lo que dijo el Buddha. Satisfechos, los bhikkhus se alegraron con lo que dijo el Buddha.