Así he escuchado:
Hubo un tiempo en que el Buddha se quedaba cerca de Sāvatthī en la arboleda de Jeta en el parque de Anāthapiṇḍika. Entonces, el Bienaventurado, después de vestirse temprano, tomando su tazón y su túnica, entró en Sāvatthī para pedir limosna. Entonces varios bhikkhus se acercaron al venerable Ānanda. Habiéndose acercado, le hablaron así:
—Hace mucho tiempo que nosotros, venerable Ānanda, que no escuchamos una charla sobre la Enseñanza delante del Bienaventurado. Sería bueno que nosotros que tengamos la oportunidad de escuchar una charla sobre la Enseñanza delante del Buddha.
—Bueno, entonces los venerables deberían ir a la ermita del brahmán Rāmaka, y probablemente tendrían la oportunidad de escuchar una charla sobre la Enseñanza delante del Bienaventurado.
—Sí, venerable —respondieron estos bhikkhus asintiendo al venerable Ānanda.
Entonces el Buddha, después de haber caminado por limosnas en Sāvatthī, regresando de las limosnas, después de la comida, le dijo al venerable Ānanda:
—Vamos, Ānanda. Nos acercaremos al Parque del Este, en el palacio de la madre de Migāra, para pasar el día.
—Muy bien, señor —el venerable Ānanda respondió al Buddha asintiendo.
Entonces el Bienaventurado, junto con el venerable Ānanda, se acercó al Parque del Este, el palacio de la madre de Migāra para pasar el día.
Entonces el Buddha, saliendo de su retiro hacia la noche, le dijo al venerable Ānanda:
—Vamos, Ānanda. Nos acercaremos al porche oriental para darnos un baño.
—Muy bien, señor —el venerable Ānanda respondió al Buddha asintiendo.
Entonces el Buddha, junto con el venerable Ānanda, se acercó al porche oriental para darse un baño.
Cuando se bañó en el porche oriental y salió del agua, se puso de pie con una sola túnica y se secó.
Entonces el venerable Ānanda habló así al Buddha:
—Señor, la ermita del brahmán Rāmaka no está lejos, la ermita del brahmán Rāmaka es encantadora, señor. La ermita del brahmán Rāmaka es hermosa, señor. Sería bueno, si el Bienaventurado se acercara por misericordia a la ermita del brahmán Rāmaka.
El Bienaventurado asintió en silencio.
Entonces el Bienaventurado se acercó a la ermita del brahmán Rāmaka. En ese momento, varios bhikkhus estaban sentados y conversaban sobre la Enseñanza en la ermita del brahmán Rāmaka.
Entonces el Buddha se quedó de pie afuera del pórtico esperando que la conversación terminara. Entonces, sabiendo que la conversación había terminado, carraspeó y golpeó en la tranca de la puerta. Los bhikkhus le abrieron la puerta al Buddha. Entonces el Bienaventurado, después de haber entrado en la ermita del brahmán Rāmaka, se sentó en el asiento designado. Mientras estaba sentado, les dijo a los bhikkhus:
—Mientras estabais sentados justo ahora, ¿de qué hablabais, bhikkhus? ¿Qué conversación quedó sin terminar?
—Bienaventurado, nuestra conversación inacabada fue sobre el mismo Buddha, entonces llegaste.
—Es bueno, bhikkhus, que cuando jóvenes de la familia como vosotros, que han renunciado a su hogar para llevar la vida sin hogar por fe coman juntos, hablen de la Enseñanza. Cuando estáis reunidos, bhikkhus, hay dos cosas que debéis hacer: hablar sobre la Enseñanza o guardar el noble silencio.
—Éstas, bhikkhus, hay estas dos misiones: la búsqueda noble y la búsqueda innoble.
—¿Y qué es la búsqueda innoble?
—En cuanto a esto, bhikkhus, alguien susceptible a nacer él mismo, busca lo que también es susceptible al nacimiento. Siendo susceptible al envejecimiento él mismo, busca lo que es igualmente susceptible al envejecimiento. Siendo susceptible a la descomposición él mismo… Siendo susceptible a morir él mismo… Siendo susceptible a la pena él mismo… Siendo susceptible de contaminarse él mismo, busca lo que también es susceptible de contaminarse.
¿Y quién, bhikkhus, diríais que es probable que nazca?
Los hijos y la esposa, bhikkhus, pueden nacer, las mujeres esclavas y los hombres esclavos… las cabras y las ovejas… los gallos y los cerdos… los elefantes, las vacas, los caballos y las yeguas pueden nacer, el oro y la plata pueden nacer.
Todos estos aferramientos, bhikkhus, pueden nacer. Sin embargo, este individuo esclavizado, enamorado, adicto, susceptible de nacer él mismo, busca lo que también es susceptible de nacimiento.
¿Y quién, bhikkhus, diríais que es susceptible al envejecimiento?
Los hijos y la esposa, bhikkhus, pueden envejecer, las mujeres esclavas y los hombres esclavos… las cabras y las ovejas… los gallos y los cerdos… los elefantes, las vacas, los caballos y las yeguas… el oro y la plata pueden envejecer.
Todos estos aferramientos, bhikkhus, son susceptibles al envejecimiento. Sin embargo, este individuo esclavizado, enamorado, adicto, que es susceptible al envejecimiento él mismo, busca lo que también es susceptible al envejecimiento.
¿Y quién, bhikkhus, diríais que es susceptible a la enfermedad?
Los hijos y la esposa, bhikkhus, son susceptibles a las enfermedades, las mujeres esclavas y los hombres esclavos… las cabras y las ovejas… los gallos y los cerdos… los elefantes, las vacas, los caballos y las yeguas son susceptibles a la enfermedad.
Todos estos aferramientos, bhikkhus, son susceptibles a la enfermedad… busca lo que también es susceptible a la enfermedad.
¿Y quién, bhikkhus, diríais que es probable que muera?
Los hijos y la esposa, bhikkhus, son susceptibles a morir, las mujeres esclavas y los hombres esclavos… las cabras y las ovejas… los gallos y los cerdos… los elefantes, las vacas, los caballos y las yeguas pueden morir.
Todos estos aferramientos, bhikkhus, pueden morir… busca lo que también puede morir.
¿Y quién, bhikkhus, diríais que es susceptible de sufrir?
Los hijos y la esposa, bhikkhus, son susceptibles al sufrimiento, las mujeres esclavas y los hombres esclavos… las cabras y las ovejas… los gallos y los cerdos… los elefantes, las vacas, los caballos y las yeguas son susceptibles al sufrimiento.
Todos estos aferramientos, bhikkhus, son susceptibles al dolor… busca lo que también es susceptible al dolor.
¿Y quién, bhikkhus, diríais que se puede mancillar?
Los hijos y la esposa, bhikkhus, pueden mancillarse, las mujeres esclavas y los hombres esclavos… las cabras y las ovejas… los gallos y los cerdos… los elefantes, las vacas, los caballos y las yeguas… el oro y la plata pueden mancillarse.
Todos estos aferramientos, bhikkhus, pueden mancillarse. Sin embargo, este individuo esclavizado, enamorado, adicto, que puede mancillarse él mismo, busca lo que también se puede mancillar.
Esta, bhikkhus, es la búsqueda innoble.
—En cuanto a esto, bhikkhus, alguien que puede nacer por su propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también está supeditado al nacimiento, busca lo no nacido, la liberación de las ataduras: Nibbāna. Está supeditado al envejecimiento por su propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también está supeditado al envejecimiento, busca la liberación total y absoluta de las adicciones: Nibbāna. Siendo susceptible a la descomposición por su propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también es susceptible a la descomposición, busca la liberación total y absoluta de las adicciones: Nibbāna. Siendo susceptible a morir por su propia causa, habiendo conocido el peligro en lo que es igualmente susceptible a morir, busca lo inmortal, el máximo amparo de las ataduras: Nibbāna. Siendo susceptible a la pena por su propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también es susceptible a la pena, busca el desahogo, la máxima liberación de las ataduras: Nibbāna. Siendo susceptible de mancillarse por su propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también es susceptible de mancillarse, busca lo inmancillable, el máximo amparo de los aferramientos: Nibbāna.
Esta es, bhikkhus, la búsqueda noble.
Y yo también, bhikkhus, antes de mi iluminación, cuando aún no me había iluminado, pero andaba esforzándome por iluminarme, siendo susceptible de nacer por mi propia causa, busqué lo que también era susceptible de nacimiento. Siendo susceptible al envejecimiento por mi propia causa, busqué lo que también era susceptible al envejecimiento. Siendo susceptible a las enfermedades por mi propia causa, busqué lo que también era susceptible a las enfermedades. Siendo susceptible a morir por mi propia causa, busqué lo que también era susceptible a la muerte. Siendo susceptible a mancillarme por mi propia causa, busqué lo que también era susceptible a mancillarse.
Entonces se me ocurrió, bhikkhus:
«¿Por qué yo, al ser susceptible a renacer, envejecer, enfermarme, entristecerme, morir y corromperme, busco cosas que tengan la misma naturaleza?».
«¿Por qué no busco el refugio supremo, no corrompido, no envejecido, inmortal, eterno, sin pena, sin corrupción, Nibbāna?».
Al renunciar así, quería saber qué era sano y bueno, buscaba la paz más alta y noble. Por eso fui a ver a Āḷāra el Kālāma. Habiéndome acercado, le hablé así a Āḷāra el Kālāma:
—Venerable Kālāma, quiero tomar los votos en esta práctica y disciplina.
Āḷāra el Kālāma me habló así:
—Que el venerable proceda. Esta práctica es tal que un hombre sabio, en poco tiempo puede experimentar el conocimiento sobrehumano por uno mismo, habiéndose apaciguado puede permanecer en él.
Así que, bhikkhus, muy pronto, muy rápidamente, dominé esta práctica.
Yo, bhikkhus, en lo que respecta a la recitación oral y la repetición de lo aprendido, hablé con el conocimiento y la autoridad de los ancianos y era consciente, tanto yo como los otros, que «lo sé, lo veo».
Entonces se me ocurrió, bhikkhus:
«Āḷāra el Kālāma no solo proclama esta práctica simplemente por fe: habiendo logrado el conocimiento sobrehumano por sí mismo, entrando en ella, permanece allí. Porque seguramente Āḷāra el Kālāma procede sabiendo, viendo esta práctica».
Entonces, bhikkhus, me acerqué a Āḷāra el Kālāma. Habiéndome acercado, le hablé así:
—¿Respecto a qué doctrina, venerable Kālāma, al haber logrado el conocimiento sobrehumano por ti mismo, entrando en ella, das a conocer esta enseñanza?
Cuando esto se dijo, bhikkhus, Āḷāra el Kālāma proclamó: «Ningún Lugar».
Entonces se me ocurrió, bhikkhus:
«No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene fe, yo también tengo fe. No solo Āḷāra el Kālāma tiene energía, yo la tengo también. No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene memoria, yo también la tengo. No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene concentración, yo también la tengo. No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene sabiduría, yo también tengo sabiduría».
Pongamos que ahora debería esforzarme en la realización de esa práctica que Āḷāra el Kālāma proclama: «Habiendo logrado el conocimiento sobrehumano por mí mismo, entrando en él, ¿estoy permaneciendo en él?».
Así que, bhikkhus, muy pronto, en muy poco tiempo, habiendo logrado el conocimiento sobrehumano por mí mismo, entrando en esa enseñanza, permanecí en ella.
Entonces, bhikkhus, me acerqué a Āḷāra el Kālāma y le hablé así:
—Venerable Kālāma, ¿has logrado esta práctica con tu propio conocimiento sobrehumano hasta este nivel y declaras haberlo logrado?
—Lo declaro.
—Yo también, venerable, he logrado esta práctica con mi propio conocimiento sobrehumano hasta este nivel y permanezco habiéndolo logrado.
—¡Somos afortunados, venerable, muy afortunados, de tener a un venerable como tú siendo uno de nuestros compañeros renunciantes! así, la práctica que realicé con mis propias habilidades paranormales, y declaro haberla logrado, la has logrado con tus propias habilidades paranormales, y vives habiéndola logrado.
La práctica que has logrado con tu propio conocimiento sobrehumano, y permaneces habiéndola logrado, la realicé con mi propio conocimiento sobrehumano, y declaro haberla logrado. Así, la Enseñanza que yo sé, tú la sabes, y la Enseñanza que tú sabes, yo la sé. La práctica que yo conozco es la práctica que tú conoces. La práctica que tú conoces, es la práctica que yo conozco. Como yo soy, tú también eres, como tú eres, yo también soy. Ven ahora, venerable, siendo solo nosotros dos, cuidemos de este grupo.
De esta manera, bhikkhus, Āḷāra el Kālāma, siendo mi maestro, me puso a mí, su discípulo, al mismo nivel que él mismo y me honró con el más alto honor.
Entonces se me ocurrió, bhikkhus:
«Esta práctica no conduce ni a la indiferencia, ni al desapasionamiento, ni a la cesación, ni a la tranquilidad, ni al conocimiento sobrehumano, ni al despertar, ni a Nibbāna, solo sirve para alcanzar “Ningún Lugar”».
Así que, bhikkhus, no teniendo suficiente con esta práctica, la ignoré y me alejé de ella.
Todavía quería saber qué era sano y bueno, buscaba la paz más alta y noble. Por eso fui a ver a Uddaka, el hijo de Rāma.
Habiéndome acercado, le hablé así a Uddaka, el hijo de Rāma:
—Venerable, quiero tomar los votos en esta práctica y disciplina.
Dicho esto, bhikkhus, Uddaka, el hijo de Rāma, me habló así:
—Que el venerable proceda. Esta práctica es tal que un hombre sabio, en poco tiempo puede experimentar el conocimiento sobrehumano por uno mismo, habiéndose apaciguado puede permanecer en él.
Así que, bhikkhus, muy pronto, muy rápidamente, dominé esta práctica.
Yo, bhikkhus, en lo que respecta a la recitación oral y la repetición de lo aprendido, hablé con el conocimiento y la autoridad de los mayores y era consciente, tanto yo como los otros, que «lo sé, lo veo».
Entonces se me ocurrió, bhikkhus:
«Uddaka, el hijo de Rāma no solo proclama esta práctica simplemente por fe: habiendo logrado el conocimiento sobrehumano por mí mismo, entrando en él, permanece allí. Porque seguramente Uddaka, el hijo de Rāma procede sabiendo, viendo esta práctica».
Entonces, bhikkhus, me acerqué a Uddaka el hijo de Rāma. Habiéndome acercado, le hablé así a Uddaka, el hijo de Rāma:
—¿Respecto a qué doctrina, venerable Uddaka, al haber logrado el conocimiento sobrehumano por ti mismo, entrando en él, das a conocer esta práctica?
Cuando esto se dijo, bhikkhus, Uddaka, el hijo de Rāma, proclamó «La dimensión de la Ausencia de los Factores de Aferramiento a la Existencia».
Entonces se me ocurrió, bhikkhus:
«No es solo Uddaka quien tiene fe, yo también tengo fe. No solo Uddaka tiene energía, yo la tengo también. No es solo Uddaka quien tiene memoria, yo también la tengo. No es solo Uddaka quien tiene concentración, yo también la tengo. No es solo Uddaka quien tiene sabiduría, yo también tengo sabiduría».
Pongamos que ahora debería esforzarme por la realización de esa práctica que Uddaka, el hijo de Rāma proclama: «Habiendo logrado el conocimiento sobrehumano por mí mismo, entrando en él, ¿estoy permaneciendo en él?».
Así que, bhikkhus, muy pronto, en muy poco tiempo, habiendo logrado el conocimiento sobrehumano por mí mismo, entrando en esta práctica, permanecí allí.
Entonces, bhikkhus, me acerqué a Uddaka, el hijo de Rāma. Habiéndome acercado, le hablé así a Uddaka, el hijo de Rāma:
—Venerable Uddaka, ¿has logrado esta práctica con tu propio conocimiento sobrehumano hasta este nivel y declaras haberlo logrado?
—Lo declaro.
—Yo también, venerable, he logrado esta práctica con mi propio conocimiento sobrehumano hasta este nivel y permanezco habiéndolo logrado.
—¡Somos afortunados, venerable, muy afortunados, de tener a un venerable como tú siendo uno de nuestros compañeros renunciantes! así, la práctica que realicé con mis propias habilidades paranormales, y declaro haberla logrado, la has logrado con tus propias habilidades paranormales, y vivir habiéndola logrado.
—Así, la práctica que realicé con mi propio conocimiento sobrehumano, y declaro haberla logrado, la has logrado con tu propio conocimiento sobrehumano, y permaneces habiéndola logrado.
La práctica que has logrado con tu propio conocimiento sobrehumano, y permaneces habiéndola logrado, la realicé con mi propio conocimiento sobrehumano, y declaro haberla logrado. Así, la Enseñanza que yo sé, tú sabes, y la Enseñanza que tú sabes, yo sé. La Práctica que yo conozco es la práctica que tú conoces. La práctica que tú conoces, es la práctica que yo conozco. Como yo soy, tú también eres, como tú eres, yo también soy. Ven ahora, venerable, siendo solo nosotros dos, cuidemos de este grupo.
De esta manera, bhikkhus, Uddaka el hijo de Rāma, siendo mi maestro, me puso a mí, su discípulo, al mismo nivel que él mismo y me honró con el más alto honor.
Entonces se me ocurrió, bhikkhus:
«Esta práctica no conduce ni a la indiferencia, ni al desapasionamiento, ni a la cesación, ni a la tranquilidad, ni al conocimiento sobrehumano, ni al despertar, ni a Nibbāna, solo sirve para alcanzar “la Ausencia de los Factores de Aferramiento a la Existencia”».
Así que, bhikkhus, no teniendo bastante con esta práctica, la ignoré y me alejé de ella.
Entonces, bhikkhus, siendo un buscador de lo que es bueno, buscando lo incomparable e insuperable hacia la paz, deambulando paso a paso por las tierras de Magadha, llegué a Senānigama cerca de Uruvelā, un asentamiento provisional. Allí vi una encantadora extensión de tierra y un hermoso bosque arbolado, y un río que fluye claro con un vado encantador, y un pueblo para la manutención cerca.
Se me ocurrió, bhikkhus:
«¡Claro que sí! Es un encantador tramo de tierra, y el bosque arbolado es precioso, y el río fluye claro con un vado delicioso, y hay un pueblo cerca para la manutención. ¡Sí, cómo no! Este lugar sirve perfectamente para un joven empeñado en esforzarse».
Así que, bhikkhus, me senté allí, pensando: «¡Claro que sí! Este lugar sirve para esforzarse».
—Yo, bhikkhus, que siendo susceptible nacer por mi propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también estando supeditado al nacimiento, busqué lo no nacido, la liberación de las ataduras: Nibbāna. Estando supeditado al envejecimiento por mi propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también está supeditado al envejecimiento, busqué la liberación total y absoluta de las adicciones: Nibbāna. Siendo susceptible a la descomposición por mi propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también es susceptible a la descomposición, busqué la liberación total y absoluta de las adicciones: Nibbāna. Siendo susceptible a morir por mi propia causa, habiendo conocido el peligro en lo que es igualmente susceptible a morir, busqué lo inmortal, el máximo amparo de las ataduras: Nibbāna. Siendo susceptible a la pena por mi propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también es susceptible a la pena, busqué el desahogo, la máxima liberación de las ataduras: Nibbāna. Siendo susceptible de mancillarme por mi propia causa, habiendo conocido las desventajas en lo que también es susceptible de mancillarse, busqué lo inmancillable, el máximo amparo de los aferramientos: Nibbāna.
La episteme surgió en mí: inquebrantable es la liberación para mí, este es el último nacimiento, ahora no hay un nuevo devenir.
Entonces se me ocurrió: «Este principio que he descubierto es profundo, difícil de ver, difícil de comprender, pacífico, sublime, más allá del alcance de la razón, sutil, comprensible para el sagaz. Pero a la gente le gusta el aferramiento, lo ama y lo disfruta. Es difícil para ellos ver esta cosa, es decir, la condicionalidad específica, el origen dependiente. También es difícil para ellos ver esta cosa, es decir, el apaciguamiento de todas las actividades, el abandono de todos los aferramientos, el fin del ansia, el desvanecimiento, el cese, el Nibbāna. Y si yo impartiera la Enseñanza, es posible que otros no me entendieran, lo cual sería agotador y problemático para mí».
Y luego se me ocurrieron estos versos, que no fueron inspirados sobrenaturalmente, ni fueron aprendidos antes en el pasado:
«He luchado mucho para lograr esto,
¡Basta de intentar explicarlo!
Esta enseñanza no se comprende fácilmente
por aquellos sumidos en el ansia y la aversión.
Aquellos atrapados en el ansia no pueden ver
lo que es sutil, va contra la corriente,
profundo, difícil de ver y muy fino,
porque están envueltos en una masa de oscuridad».
Entonces, al reflexionar así, mi mente se inclinó a permanecer pasivo, no a impartir la Enseñanza.
Entonces el Mahābrahmā Sahampati, sabiendo lo que estaba pensando, pensó: «¡Oh! ¡El mundo se perderá, el mundo perecerá! Porque la mente del Tathāgata, el Digno, el Buddha plenamente despierto, se inclina a permanecer pasivo, a no a impartir la Enseñanza».
Entonces, tan fácilmente como una persona fuerte extendería o contraería su brazo, desapareció del reino de Brahmā y reapareció frente al Buddha. Se acomodó la túnica sobre un hombro, se arrodilló sobre la rodilla derecha, levantó las palmas unidas hacia el Buddha y dijo:
—¡Señor, que el Bendito imparta la Enseñanza! ¡Que el Santo imparta la Enseñanza! Hay seres con poco polvo en los ojos. Están en declive porque no han escuchado la enseñanza. ¡Habrá quienes comprendan la enseñanza!
Eso es lo que dijo el Mahābrahmā Sahampati. Luego pasó a decir:
«Entre los magadhanos apareció en el pasado
una enseñanza impura pensada por los que todavía están manchados.
¡Abre la puerta a lo inmortal!
Que escuchen la Enseñanza que descubrió el Inmaculado.
De pie en lo alto de una montaña rocosa
puedes ver a la gente alrededor.
De la misma manera, omnisciente, sabio,
¡asciende al palacio construido por la Enseñanza!
Estás libre de dolor, pero mira a esta gente
abrumada por el dolor, oprimida por el renacimiento y la vejez.
¡Levántate, héroe! Vencedor en batalla, líder de la caravana,
vaga por el mundo sin ataduras.
¡Que el Bendito imparta la Enseñanza!
¡Habrá quienes lo entiendan!».
Luego, comprendiendo la invitación del Mahābrahmā, contemplé el mundo con los ojos de un Buddha, debido a mi misericordia por los seres vivos. Y vi seres con poco polvo en los ojos, y algunos con mucho polvo en los ojos. Algunos tienen buenas habilidades y otros tienen malas habilidades. Algunos tienen mucho sentido común y otros poco. Algunos son fáciles de entender y otros son difíciles de entender. Algunos temen que las cosas malas que hacen los lleven a malas condiciones en la próxima vida, y otros no temen tal cosa.
Es como un estanque con nenúfares azules o lotos rosados o blancos. Algunos de ellos brotan y crecen en el agua sin elevarse por encima de ella, prosperando bajo el agua. Algunos brotan y crecen en el agua que llega a la superficie del agua. Y algunos de ellos brotan y crecen en el agua, pero se elevan por encima del agua y se quedan sin agua adherida a ellos.
Así es como las personas son diferentes. Algunos tienen mucho polvo en los ojos, mientras que otros tienen poco polvo en los ojos. Algunos tienen buenas habilidades y otros tienen malas habilidades. Algunos tienen mucho sentido común y otros poco. Algunos son fáciles de entender y otros son difíciles de entender. Algunos temen que las cosas malas que hacen los lleven a malas condiciones en la próxima vida, y otros no temen tal cosa.
Luego le respondí en verso al Mahābrahmā Sahampati:
«¡Abiertas de par en par están las puertas de lo inmortal!
Aquellos que escuchen esto pueden tener fe en él.
Pensando que sería problemático, Brahmā, no pensé en enseñar
la sofisticada y sublime Enseñanza entre los humanos».
Entonces el Mahābrahmā Sahampati, sabiendo que su petición de que impartiera la Enseñanza había sido concedida, se inclinó y respetuosamente me rodeó, manteniéndome a su derecha, antes de desaparecer allí mismo.
Entonces pensé: «¿A quién debería enseñar primero? ¿Quién comprenderá rápidamente esta enseñanza?».
Entonces se me ocurrió: «Āḷāra Kālāma es inteligente, competente, perspicaz y que durante mucho tiempo ha tenido poco polvo en los ojos. ¿Por qué no le enseño a él en primer lugar? Entenderá rápidamente la enseñanza».
Pero un deva se acercó a mí y me dijo:
—Señor, Āḷāra Kālāma falleció hace siete días.
Y la gnosis surgió en mí: «Āḷāra Kālāma falleció hace siete días».
Pensé: «Esta es una gran pérdida para Āḷāra Kālāma. Si hubiera escuchado la enseñanza, la habría entendido rápidamente».
Entonces pensé: «¿A quién debería enseñar primero? ¿Quién comprenderá rápidamente esta enseñanza?».
Entonces se me ocurrió: «Uddaka, hijo de Rāma, es inteligente, competente, perspicaz y que durante mucho tiempo ha tenido poco polvo en los ojos. ¿Por qué no le enseño a él en primer lugar? Entenderá rápidamente la enseñanza».
Pero un deva vino a mí y me dijo:
—Señor, Uddaka, hijo de Rāma, falleció anoche.
Y la gnosis surgió en mí: «Uddaka, hijo de Rāma, falleció anoche».
Pensé: «Esta es una gran pérdida para Uddaka. Si hubiera escuchado la enseñanza, la habría entendido rápidamente».
Entonces pensé: «¿A quién debería enseñar primero? ¿Quién comprenderá rápidamente esta enseñanza?».
Entonces se me ocurrió: «El grupo de cinco bhikkhus que había practicado el ascetismo conmigo, me habían ayudado de muchas maneras. ¿Por qué no les enseño en primer lugar?».
Entonces pensé: «¿Dónde se está quedando el grupo de cinco bhikkhus estos días?». Con clarividencia purificada y sobrehumana vi que el grupo de cinco bhikkhus se hospedaba cerca de Vārāṇasī, en el Parque de los Ciervos de Isipatana. Así que, después de permanecer un tiempo en Uruvelā, partí hacia Vārāṇasī.
Mientras viajaba por el camino entre Gaya y Bodhgaya, el asceta Ājīvaka, seguidor de Makkhali Gosala, Upaka me vio y dijo:
—Venerable, tus facultades son muy claras y tu tez es pura y brillante. ¿En nombre de quién has renunciado, venerable? ¿Quién es tu maestro? ¿En qué enseñanza crees?
Le respondí a Upaka en verso:
«Soy el campeón, el conocedor de todo,
inmaculado en medio de todas las cosas.
He renunciado a todo, liberado a través del fin del ansia.
Habiéndolo conocido por mí mismo, ¿a quién debo seguir?
No tengo maestro.
No hay nadie como yo.
En el mundo con sus devas
no tengo contraparte.
Porque en este mundo, yo soy el Digno,
yo soy el Maestro supremo.
Yo solo estoy completamente despierto,
enfriado, extinto.
Me voy a la ciudad de Kāsi
para hacer rodar la Rueda de la Enseñanza.
En este mundo tan ciego.
¡Tocaré el tambor inmortal!».
—¡Por lo que dices aquí, debes haber derrotado al infinito, amigo!
«Los vencedores son aquellos que, como yo,
han llegado a la erradicación de las tendencias subyacentes.
He conquistado los hábitos malsanos, Upaka.
por eso soy un vencedor».
—Si tú lo dices, venerable… —respondió Upaka. Sacudiendo la cabeza, se alejó.
Viajando etapa por etapa, llegué a Vārāṇasī y fui a ver al grupo de cinco bhikkhus al parque de los ciervos de Isipatana. El grupo de cinco bhikkhus me vio acercarme a lo lejos y se dijeron unos a otros: «aquí viene el asceta Gotama. Es un indulgente… se apartó de la lucha y volvió a la complacencia. No debemos inclinarnos ante él o levantarnos por él o recibir su cuenco y su túnica. Pero podemos preparar un asiento, puede sentarse si quiere».
Sin embargo, a medida que me acercaba, el grupo de cinco bhikkhus no pudo atenerse a lo que habían acordado. Algunos salieron a recibirme y tomaron mi cuenco y mi túnica, algunos extendieron un asiento, mientras que otros pusieron agua para lavarme los pies. Pero todavía se dirigían a mí por mi nombre y como «venerable».
Entonces les dije:
—Bhikkhus, no os dirijáis a mí por mi nombre ni como «venerable». El Tathāgata es perfecto, un Buddha completamente despierto. Escuchad, bhikkhus: ¡he logrado lo Inmortal! Yo os instruiré, os impartiré la Enseñanza. Si practicáis según mis instrucciones, pronto lograréis el fin supremo del camino de renuncia en esta misma vida. Viviréis habiendo alcanzado con vuestra propia episteme el objetivo por el que los jóvenes de buena familia sabiamente abandonan el hogar y pasan a la vida sin hogar.
Pero me dijeron:
—Venerable Gotama, incluso con aquella conducta, aquella práctica, aquel trabajo agotador, no lograste ninguna distinción sobrehumana en episteme digna de los nobles. ¿Cómo pudiste haber alcanzado tal estado ahora que te has vuelto indulgente, te has desviado del entrenamiento y has caído en la complacencia?
Entonces les dije:
—El Tathāgata no se ha vuelto indulgente, ni se ha desviado del entrenamiento y ha caído en la complacencia. El Tathāgata es perfecto, un Buddha completamente despierto. Escuchad, bhikkhus: ¡he logrado lo Inmortal! Yo os instruiré, os impartiré la Enseñanza. Si practicáis según las instrucciones, pronto lograréis el fin supremo del camino de renuncia en esta misma vida.
Pero por segunda vez me dijeron:
—Venerable Gotama… has caído en la complacencia.
Así que por segunda vez les dije:
—El Tathāgata no se ha vuelto indulgente…
Pero por tercera vez me dijeron:
—Venerable Gotama, incluso con aquella conducta, aquella práctica, aquel trabajo agotador, no lograste ninguna distinción sobrehumana en episteme digna de los nobles. ¿Cómo pudiste haber alcanzado tal estado ahora que te has vuelto indulgente, te has desviado del entrenamiento y has caído en la complacencia?
Entonces les dije:
—Bhikkhus, ¿alguna vez me habéis visto hablar así?
—No señor, no lo hemos visto.
—El Tathāgata es perfecto, un Buddha completamente despierto. Escuchad, bhikkhus: ¡he logrado lo Inmortal! Yo os instruiré, os impartiré la Enseñanza. Si practicáis según las instrucciones, pronto lograréis el fin supremo del camino de renuncia en esta misma vida. Viviréis habiendo alcanzado con vuestra propia episteme el objetivo por el que los jóvenes de buena familia sabiamente abandonan el hogar y pasan a la vida sin hogar.
Pude persuadir al grupo de cinco bhikkhus. Entonces, a veces, aconsejaba a dos bhikkhus, mientras que los otros tres iban a pedir limosna. Entonces esos tres nos alimentarían a los seis con lo que iban trayendo. A veces aconsejaba a tres bhikkhus, mientras que los otros dos iban a pedir limosna. Entonces esos dos nos alimentarían a los seis con lo que iban trayendo.
Mientras el grupo de cinco bhikkhus estaba siendo aconsejado e instruido por mí de esta manera, siendo ellos mismos susceptibles de renacer, comprendiendo los inconvenientes de ser susceptibles de renacer, buscaron el santuario supremo, sin nacimiento, el Nibbāna, y lo encontraron. Siendo ellos mismos susceptibles a envejecer, enfermarse, morir, apesadumbrarse y corromperse, comprendiendo los inconvenientes de estas cosas, buscaron el santuario supremo sin vejez, inmaculado, inmortal, sin dolor, incorrupto, el Nibbāna, y lo encontraron. La episteme surgió en ellos: «Nuestra liberación es inquebrantable. Este es nuestro último renacimiento, ahora no hay más vidas futuras».
—Bhikkhus, existen estos cinco tipos de estimulación sensorial.
—¿Qué cinco?
—Imágenes conocidas por el ojo que son atractivas, deseables, agradables, placenteras, sensuales y excitantes. Sonidos conocidos por el oído… Olores conocidos por la nariz… Gustos conocidos por la lengua… Tactos conocidos por el cuerpo que son atractivos, deseables, agradables, placenteros, sensuales y excitantes. Estos son los cinco tipos de estimulación sensorial.
Hay ascetas y brahmanes que disfrutan de estos cinco tipos de estimulación sensorial atados, encaprichados, apegados, ciegos a los inconvenientes y sin comprender el escape. Debéis entender que se han encontrado con calamidades y desastres, y son vulnerables al Māra.
Supongamos que un ciervo en el bosque yacía atrapado en un montón de trampas. Sabrías que ha sufrido calamidades y desastres, y es vulnerable al cazador. Y cuando llega el cazador, no puede huir adonde quiere.
De la misma manera, hay ascetas y brahmanes que disfrutan de estos cinco tipos de estimulación sensorial atados, encaprichados, apegados, ciegos a los inconvenientes y sin comprender el escape. Debéis entender que se han encontrado con calamidades y desastres, y son vulnerables al Māra.
Hay ascetas y brahmanes que disfrutan de estos cinco tipos de estimulación sensorial sin estar atados, encaprichados o apegados, sin ver los inconvenientes y sin comprender el escape. Debéis entender que no se han encontrado con calamidades y desastres, y que no son vulnerables al Māra.
Supongamos que un ciervo en el bosque yace sobre un montón de trampas sin ser atrapado. Sabríais que no ha sufrido calamidades ni desastres, y que no es vulnerable al cazador. Y que cuando llega el cazador, puede huir a donde quiera.
De la misma manera, hay ascetas y brahmanes que disfrutan de estos cinco tipos de estimulación sensorial sin estar atados, enamorados o apegados, sin ver los inconvenientes y sin comprender el escape. Debes entender que no se han encontrado con calamidades y desastres, y que no son vulnerables al Māra.
Supongamos que hay un ciervo salvaje deambulando por el bosque que camina, se pone de pie, se sienta y se acuesta en confianza.
—¿Por qué es eso?
—Porque está fuera del alcance del cazador.
De la misma manera, un bhikkhu, totalmente apartado de los placeres sensoriales, apartado de los vicios, entra y se sumerge en la primera jhāna, que tiene el placer, la felicidad y la alegría que surgen del recogimiento, mientras dirige la mente y la mantiene concentrada.
A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra, se ha sacado los ojos sin dejar rastro y se ha ido donde el Maligno no puede ver.
A medida que desaparece el direccionamiento de la mente sobre las formas en movimiento, entra y se sumerge en la segunda jhāna, que tiene el placer, la felicidad y la alegría que surgen de la concentración, con claridad y confianza internas, y con la mente concentrada, desaparece el direccionamiento de la mente sobre las formas en movimiento. A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra…
Y con el desvanecimiento del placer, entra y se sumerge en la tercera jhāna, donde contempla con impasibilidad, diligente y decidido y siente el bienestar corporal del que los nobles declaran: «impasible y decidido, uno permanece en la felicidad». A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra…
Abandonando el placer y el dolor, y poniendo fin a la felicidad y la tristeza anteriores, entra y se sumerge en la cuarta jhāna, sin placer ni dolor, con pura impasibilidad y gnosis. A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra…
Además, un bhikkhu, dejando atrás las qualia, superando la percepción sensorial, abandonando las distracciones, consciente de que «es un Lugar Vacío» entra y se sumerge en un Lugar Vacío. A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra…
Además, un bhikkhu, yendo totalmente más allá de un Lugar Vacío, consciente de que «es un Lugar Sin Límites Conocidos» entra y se sumerge en un Lugar Sin Límites Conocidos. A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra…
Además, un bhikkhu, yendo totalmente más allá de un Lugar Sin Límites Conocidos, consciente de que «no hay Ningún Lugar», entra y se sumerge en Ningún Lugar. A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra…
Además, un bhikkhu, yendo totalmente más allá de Ningún Lugar, entra y se sumerge en la Ausencia de los Factores de Aferramiento a la Existencia. A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra…
Además, un bhikkhu, yendo totalmente más allá de la Ausencia de los Factores de Aferramiento a la Existencia, entra y se sumerge en el cese de los factores de aferramiento a la existencia. Y habiendo visto con episteme, sus tendencias subyacentes llegan a su fin. A éste se le llama un bhikkhu que ha cegado al Māra, se ha sacado los ojos sin dejar rastro y se ha ido donde el Maligno no puede ver. Ha cruzado aferrándose al mundo. Y camina se pone en pie, se sienta y se acuesta con confianza.
—¿Por qué es eso?
—Porque está fuera del alcance del Māra.
Eso es lo que dijo el Buddha. Satisfechos, los bhikkhus se alegraron con lo que dijo el Buddha.