Hubo un tiempo en que el venerable Sāriputta y el venerable Mahākoṭṭhita se alojaban cerca de Benarés, en el parque de ciervos de Isipatana.
Más tarde, a última hora de la tarde, el venerable Mahākoṭṭhita salió del retiro, fue a ver al venerable Sāriputta e intercambió saludos con él. Cuando terminaron los saludos y la conversación de cortesía, se sentó a un lado y le dijo a Sāriputta:.
—Venerable Sāriputta, ¿existe un Tathāgata después de la muerte?
—Venerable, esto no ha sido declarado por el Buddha.
—Bueno, entonces, ¿no existe un Tathāgata después de la muerte? ¿Existe un Tathāgata y no existe después de la muerte? ¿Un Tathāgata no existe ni no existe después de la muerte?
—Esto tampoco ha sido declarado por el Buddha.
—¿Entonces dices que el Maestro no ha respondido ninguna de estas preguntas? ¿Por qué no les ha respondido?
—Venerable, si no se ha librado del ansia, de la avidez, del ansia, de la sed, de la pasión y de la apetencia de las qualia… de la reacción emocional… de la percepción… de la situación condicional… de la cognición, piensa que «un Tathāgata existe después de la muerte»… «un Tathāgata tampoco existe ni no existe después de la muerte».
Si te deshaces del ansia por las qualia… de las reacciones emocionales… de la percepción… de la situación condicional… de la cognición, no piensas que «un Tathāgata existe después de la muerte»… ni «un Tathāgata no existe ni no existe después de la muerte».
Esta es la causa, esta es la razón por la que Buddha no ha declarado esto.