Esto he oído.
Hubo un tiempo en que el Buddha se alojaba cerca de Kosambi, en el monasterio de Ghosita.
Entonces el venerable Ānanda se vistió por la mañana y, tomando su cuenco y su túnica, entró en Kosambi para pedir limosna. Entonces se le ocurrió: «Es demasiado pronto para vagar por una limosna en Kosambi. ¿Por qué no voy al monasterio de los ascetas que siguen otros caminos?».
Luego se dirigió al monasterio de los ascetas que siguen otros caminos e intercambió saludos con los ascetas allí. Cuando terminaron los saludos y las palabras de cortesía, se sentó a un lado.
Para ese momento, mientras los ascetas que siguen otros caminos estaban sentados juntos, surgió esta discusión entre ellos:
—Venerables, cualquiera que viva la vida de renuncia plena y pura durante doce años está calificado para ser llamado un bhikkhu «sin diez».
Ānanda ni aprobó ni desestimó esa declaración de los ascetas que siguen otros caminos. Se levantó de su asiento y pensó: «Aprenderé el significado de esta declaración del propio Buddha».
Entonces Ānanda vagó por limosna en Kosambi. Después de la comida, a su regreso de la ronda de limosnas, se acercó al Buddha, se inclinó, se sentó a un lado y le contó lo que había sucedido, agregando:
—Señor, en esta Enseñanza y Disciplina, ¿podemos describir a un bhikkhu como un «sin diez» únicamente porque ha completado una cierta cantidad de años?
—No, Ānanda, no podemos. Hay siete calificaciones para ser «sin diez», que he proclamado después de haberme dado cuenta yo mismo con conocimiento directo.
—¿Qué siete?
—Cuando alguien tiene fe, es vergonzoso, es escrupuloso, es culto, es enérgico, tiene memoria y es sabio.
Estas son las siete calificaciones para ser «sin diez», que he proclamado después de haberme dado cuenta yo mismo con conocimiento directo.
Un bhikkhu que tiene estas siete calificaciones está calificado para ser llamado un «bhikkhu sin diez». Esto es así si ha vivido la vida de renuncia plena y pura durante doce años, veinticuatro años, treinta y seis años o cuarenta y ocho años.