Hubo un tiempo en que el Buddha se encontraba en la tierra de los Bhaggas en la Colina de los Cocodrilos, en el Parque de los Ciervos en el bosque de Bhesakaḷā.
Allí se había construido recientemente una nueva casa comunal sobre pilotes llamada Loto Rosa para el príncipe Bodhi. Todavía no había sido ocupada por un asceta o un brahmán ni por ninguna otra persona.
Luego, el príncipe Bodhi se dirigió al joven brahmán Sañjikāputta:
—Por favor, querido Sañjikāputta, ve al Buddha y en mi nombre inclínate con la cabeza en sus pies. Pregúntale si está sano y bien, ágil, fuerte y si vive cómodamente. Y luego pregúntale si podría aceptar la comida de mañana junto con el Saṅgha de los bhikkhus.
—Sí, señor —respondió Sañjikāputta. Hizo lo que le pidió el príncipe Bodhi y el Buddha consintió en silencio.
Luego, sabiendo que el Buddha había dado su consentimiento, Sañjikāputta se levantó de su asiento, fue hacia el príncipe Bodhi y le dijo:
—Le di al asceta Gotama tu mensaje y él aceptó.
Y cuando pasó la noche, el Príncipe Bodhi tenía una variedad de comidas deliciosas preparadas en su propia casa. También hizo que en la casa comunal del Loto Rosa se extendiera una tela blanca hasta el último escalón de la escalera. Luego le dijo a Sañjikāputta:
—Por favor, querido Sañjikāputta, ve al Buddha y anuncia la hora, diciendo: «Señor, es hora. La comida está lista».
—Sí, señor —respondió Sañjikāputta, e hizo lo que se le pidió.
Luego, el Buddha se vistió por la mañana y, tomando su cuenco y su túnica, fue a la casa del príncipe Bodhi.
En ese momento, el Príncipe Bodhi estaba parado afuera de las puertas esperando al Buddha. Al ver que el Buddha se acercaba a lo lejos, salió a saludarlo. Después de inclinarse e invitar al Buddha a que fuera primero, se acercó a la casa comunal del Loto Rosa. Pero el Buddha se detuvo en el último escalón de la escalera.
Entonces el Príncipe Bodhi le dijo:
—¡Señor, permita que el Bendito suba sobre la tela! ¡Que el Santo ascienda sobre la tela! Eso me traerá gozo y felicidad durante mucho tiempo.
Pero cuando dijo esto, el Buddha guardó silencio. Por segunda vez… y por tercera vez, el príncipe Bodhi le dijo:
—¡Señor, deje que el Bendito suba sobre la tela! ¡Que el Santo ascienda sobre la tela! Eso me traerá gozo y felicidad durante mucho tiempo.
Entonces el Buddha miró al venerable Ānanda. Entonces Ānanda le dijo al príncipe Bodhi:
—Dobla la tela, príncipe. El Buddha no pisará la tela blanca. El Tathāgata se compadece de la chusma.
De modo que el príncipe Bodhi hizo doblar la tela y los asientos se extendieron arriba en la casa comunal. Entonces el Buddha subió a la casa comunal y se sentó en los asientos extendidos junto con el Saṅgha de los bhikkhus.
Luego, el príncipe Bodhi sirvió y satisfizo al Saṅgha de los bhikkhus encabezado por el Buddha con sus propias manos con una variedad de comidas deliciosas. Cuando el Buddha hubo comido y lavado su mano y su cuenco, el príncipe Bodhi tomó un asiento bajo, se sentó a un lado y le dijo:
—Señor, esto es lo que pienso: «el placer no se obtiene a través del placer, el placer se obtiene a través del dolor».
Algún tiempo después, mientras todavía era joven, mi cabello negro como el carbón, poseído de una radiante juventud, en la flor de mi vida, aunque mis padres estaban reacios lloraron y se lamentaron, me cortaron el pelo y la barba, me vistieron con las túnica de color rojo amarillento y pasé de la vida hogareña a la vida sin hogar.
Una vez que renuncié, me dispuse a descubrir lo saludable, buscando el estado supremo de paz sublime. Me acerqué a Āḷāra el Kālāma. Habiéndome acercado, le hablé así a Āḷāra el Kālāma:
—Yo, venerable Kālāma, quiero tomar los votos en esta práctica y disciplina.
Āḷāra el Kālāma me habló así:
—Que el venerable proceda. Esta práctica es tal que una persona sensata puede en poco tiempo experimentar la doctrina de su propio maestro con sus propias habilidades paranormales y vivir habiéndola logrado.
Así que, Príncipe, muy pronto, muy rápidamente, dominé esta práctica.
Yo, Príncipe, en lo que respecta a la recitación oral y la repetición de lo aprendido, hablé con el conocimiento y la autoridad de los ancianos y era consciente, tanto yo como los otros, de que «lo sé, lo veo».
Entonces se me ocurrió, Príncipe: «No es únicamente por mera fe que Āḷāra el Kālāma declara: “Me doy cuenta de esta enseñanza con mis propias habilidades paranormales y vivo habiéndola logrado”».
Entonces, Príncipe, me acerqué a Āḷāra el Kālāma. Habiéndome acercado, le hablé así a Āḷāra el Kālāma:
—Venerable Kālāma, ¿hasta qué punto dices que ha realizado esta enseñanza con tus propias habilidades paranormales?
Cuando dije esto, Príncipe, Āḷāra el Kālāma declaró la dimensión de ningún lugar.
Entonces se me ocurrió, Príncipe:
«No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene fe, yo también tengo fe. No solo Āḷāra el Kālāma tiene energía, yo la tengo también. No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene memoria, yo también la tengo. No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene concentración, yo también la tengo. No es solo Āḷāra el Kālāma quien tiene sabiduría, yo también tengo sabiduría.
Pongamos que ahora me esfuerzo en la realización de esa práctica que Āḷāra el Kālāma proclama: “Me doy cuenta de esta enseñanza con mis propias habilidades paranormales y vivo habiéndola logrado”».
Así que, Príncipe, muy pronto, en muy poco tiempo, me di cuenta de esa enseñanza con mis propias habilidades paranormales y viví habiéndolo logrado.
Entonces, Príncipe, me acerqué a Āḷāra el Kālāma. Habiéndome acercado, le hablé así:
—Venerable Kālāma, ¿has realizado esta práctica con tus propias habilidades paranormales hasta este nivel y declaras haberlo logrado?
—Lo declaro.
—Yo también, venerable, he realizado esta práctica con mis propias habilidades paranormales hasta este nivel y permanezco habiéndolo logrado.
—¡Somos afortunados, venerable, muy afortunados, de tener a un venerable como tú siendo uno de nuestros compañeros renunciantes! así, la práctica que realicé con mis propias habilidades paranormales, y declaro haberla logrado, la has realizado con tus propias habilidades paranormales, y vives habiéndola logrado. La enseñanza que has realizado con tus propias habilidades paranormales, y habías vivido habiéndola alcanzado, yo la había realizado con mis propias habilidades paranormales, y declaro haberla logrado.
Así, la enseñanza que yo sé, tú la sabes, y la enseñanza que tú sabes, yo la sé. Yo soy como tú y tú eres como yo. Ven ahora, venerable, ambos deberíamos liderar esta comunidad juntos.
De esta manera, Príncipe, Āḷāra el Kālāma, siendo mi maestro, me puso a mí, su discípulo, al mismo nivel que él y me honró con el más alto honor.
Entonces se me ocurrió, Príncipe: «esta enseñanza no conduce a la desilusión, el desapasionamiento, la cesación, la paz, la comprensión, al despertar y a Nibbāna. Solo lleva hasta el renacimiento en la dimensión de ningún lugar».
Así que, Príncipe, no teniendo bastante con esta práctica, la ignoré y, decepcionado, me alejé de ella.
—Yo, venerable, quiero tomar los votos en esta práctica y disciplina.
Dicho esto, Príncipe, Uddaka, el hijo de Rāma, me habló así:
—Que el venerable proceda. Esta práctica es tal que una persona sensata puede en poco tiempo experimentar la doctrina de su propio maestro con sus propias habilidades paranormales y vivir habiéndola logrado.
Así que, Príncipe, muy pronto, muy rápidamente, dominé esta práctica.
Yo, Príncipe, en lo que respecta a la recitación oral y la repetición de lo aprendido, hablé con el conocimiento y la autoridad de los ancianos y era consciente, tanto yo como los otros, de que «lo sé, lo veo».
Entonces se me ocurrió, Príncipe: «No es únicamente por mera fe que Uddaka, el hijo de Rāma declara: “Me doy cuenta de esta enseñanza con mis propias habilidades paranormales y vivo habiéndola logrado”».
Entonces, Príncipe, me acerqué a Uddaka, el hijo de Rāma. Habiéndome acercado, le hablé así a Uddaka, el hijo de Rāma:
—Venerable Kālāma, ¿hasta qué punto dices que ha realizado esta enseñanza con tus propias habilidades paranormales?
Cuando dije esto, Príncipe, Uddaka, el hijo de Rāma, declaró la dimensión de la ausencia de los factores de aferramiento a la existencia.
Entonces se me ocurrió, Príncipe:
«No es solo Uddaka quien tiene fe, yo también tengo fe. No solo Uddaka tiene energía, yo la tengo también. No es solo Uddaka quien tiene memoria, yo también la tengo. No es solo Uddaka quien tiene concentración, yo también la tengo. No es solo Uddaka quien tiene sabiduría, yo también tengo sabiduría.
Pongamos que ahora me esfuerzo en la realización de esa práctica que Uddaka proclama: “Me doy cuenta de esta enseñanza con mis propias habilidades paranormales y vivo habiéndola logrado”».
Así que, Príncipe, muy pronto, en muy poco tiempo, me di cuenta de esa enseñanza con mis propias habilidades paranormales y viví habiéndolo logrado.
Entonces, Príncipe, me acerqué a Uddaka, el hijo de Rāma. Habiéndome acercado, le hablé así:
—Venerable Uddaka, ¿has realizado esta práctica con tus propias habilidades paranormales hasta este nivel y declaras haberlo logrado?
—Lo declaro.
—Yo también, venerable, he realizado esta práctica con mis propias habilidades paranormales hasta este nivel y permanezco habiéndolo logrado.
Así, la enseñanza que yo sé, tú la sabes, y la enseñanza que tú sabes, yo la sé. Yo soy como tú y tú eres como yo. Ven ahora, venerable, ambos deberíamos liderar esta comunidad juntos.
De esta manera, Príncipe, Uddaka, el hijo de Rāma, siendo mi maestro, me puso a mí, su discípulo, al mismo nivel que él y me honró con el más alto honor.
Entonces se me ocurrió, Príncipe: «esta enseñanza no conduce a la desilusión, el desapasionamiento, la cesación, la paz, la comprensión, al despertar y a Nibbāna. Solo lleva hasta el renacimiento en la dimensión de ningún lugar».
Así que, Príncipe, no teniendo bastante con esta práctica, la ignoré y, decepcionado, me alejé de ella.
Entonces, Príncipe, siendo un buscador de lo que es saludable, buscando el estado supremo de paz sublime, deambulando etapa por etapa por las tierras de Magadha, llegué a Senanigama cerca de Uruvelā, un asentamiento provisional. Allí llegué a una encantadora extensión de tierra con una hermosa arboleda y un río que fluye claro con un vado delicioso, y un pueblo cercano para la manutención.
Se me ocurrió, Príncipe:
«¡Claro que sí! es una encantadora extensión de tierra, y la arbolado es hermosa, y el río fluye claro con un vado delicioso, y hay un pueblo cerca para la manutención. ¡Sí, cómo no! Esto sirve perfectamente para el entrenamiento de un joven empeñado en el esfuerzo».
Así que, Príncipe, me senté allí, pensando: «¡Claro que sí! Este lugar sirve para entrenarme».
«Supongamos que hay un tronco verde lleno de savia que yace en el agua. Entonces viene una persona con un taladro pensando en encender fuego y producir calor».
¿Qué opinas, Príncipe? Al perforar el palo contra ese tronco verde y lleno de savia que yace en el agua, ¿podría encender un fuego y producir calor?
—No, Maestro Gotama.
—¿Por qué no?
—Porque es un tronco verde lleno de savia y yace en el agua. Esa persona seguramente se va a desgastar en vano.
—De la misma manera, hay ascetas y brahmanes que no viven apartados en cuerpo y mente de los placeres sensoriales. No han renunciado o anulado subjetivamente el ansia, la afección, el engreimiento, el enamoramiento, el ansia y la pasión por los placeres sensoriales. Independientemente de si sienten o no sensaciones dolorosas, penetrantes, severas y agudas debido al sobreesfuerzo, son incapaces de lograr la episteme, del incomparable autodespertar.
Este fue el primer ejemplo que se me ocurrió.
Entonces se me ocurrió un segundo ejemplo.
«Supongamos que hay un tronco verde y lleno de savia que yace en tierra seca lejos del agua. Si viene una persona con un taladro pensando en encender fuego y producir calor».
¿Qué opinas, Príncipe? Al perforar el palo contra ese tronco verde y lleno de savia en tierra seca lejos del agua, ¿podrían encender un fuego y producir calor?
—No, Maestro Gotama.
—¿Por qué no?
—Porque sigue siendo un tronco verde y lleno de savia, a pesar de que yace en tierra seca, lejos del agua. Esa persona seguramente se va a desgastar en vano.
—Del mismo modo, hay ascetas y brahmanes que viven retirados en cuerpo y mente de los placeres sensoriales. Pero no han renunciado o anulado subjetivamente el ansia, la afección, el engreimiento, el enamoramiento, el ansia y la pasión por los placeres sensoriales. Independientemente de si sienten o no sensaciones dolorosas, penetrantes, severas y agudas debido al sobreesfuerzo, son incapaces de lograr la episteme, del incomparable autodespertar.
Este fue el segundo ejemplo que se me ocurrió.
Entonces se me ocurrió un tercer ejemplo.
«Supongamos que hay un tronco seco y marchito, y que yace en tierra seca lejos del agua. Si viene una persona con un taladro pensando en encender un fuego y producir calor».
¿Qué opinas, Príncipe? Al perforar el palo contra ese tronco seco y marchito en tierra seca lejos del agua, ¿podrían encender un fuego y producir calor?
—Sí, maestro Gotama.
—¿Por qué es eso?
—Porque es un tronco seco y marchito, y yace en tierra seca lejos del agua.
—Del mismo modo, hay ascetas y brahmanes que viven retirados en cuerpo y mente de los placeres sensoriales. Y han renunciado y calmado subjetivamente el ansia, la afección, el engreimiento, el enamoramiento, el ansia y la pasión por los placeres sensoriales. Independientemente de si sienten o no sensaciones dolorosas, penetrantes, severas y agudas debido al sobreesfuerzo, son capaces de la episteme, del despertar supremo. Este fue el tercer ejemplo que se me ocurrió. Estos son los tres ejemplos, que no se inspiraron sobrenaturalmente, ni se aprendieron antes en el pasado, que se me ocurrieron.
Se me ocurrió, príncipe:
«Supongamos ahora que yo, con los dientes apretados, con la lengua presionada contra el paladar, ¿lograré que mi mente se someta, se fuerce y se domine a sí misma?».
Entonces, Príncipe, con los dientes apretados, con mi la lengua presionada contra el paladar, mantuve que mi mente sometida, forzada y dominada a sí misma. Mientras estaba sometiendo, forzando y dominando mi mente, con los dientes apretados, la lengua presionada contra el paladar, el sudor brotaba de mis axilas.
Es como si, Príncipe, un hombre fuerte, que se hubiera apoderado de un hombre más débil por la cabeza o los hombros, lo sometiera, lo forzara y lo dominara. Así, Príncipe, estuve sometiendo, forzando y dominando mi mente, con los dientes apretados, con la lengua presionada contra el paladar, mientras el sudor brotaba de mis axilas.
Luché duro, Príncipe. Puse toda mi energía y concentración sin relajarme. Pero no conseguí paz en mi cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, mi mente no se sintió abrumada por el dolor.
Entonces se me ocurrió,
«¿Por qué no practico la contemplación sin respiración?».
Así que corté mi respiración por la boca y la nariz. Pero entonces el aire salió de mis oídos haciendo un fuerte ruido, como el resoplido del fuelle de un herrero.
Luché duro, Príncipe. Puse toda mi energía y concentración sin relajarme. Pero no conseguí paz en mi cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, mi mente no se sintió abrumada por el dolor.
Entonces se me ocurrió:
«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?».
Así que corté mi respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego el aire a presión golpeó mi cabeza, como si un hombre fuerte estuviera perforando mi cabeza con una punta afilada.
Luché duro, Príncipe. Puse toda mi energía y concentración sin relajarme. Pero no conseguí paz en mi cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, mi mente no se sintió abrumada por el dolor.
Entonces se me ocurrió:
«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?».
Así que corté mi respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego me dio un fuerte dolor de cabeza, como si un hombre fuerte me estuviera apretando una correa de cuero alrededor de la cabeza.
Luché duro, Príncipe. Puse toda mi energía y concentración sin relajarme. Pero no conseguí paz en mi cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, mi mente no se sintió abrumada por el dolor.
Entonces se me ocurrió:
«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?»
Así que corté mi respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego, la presión del aire cortó mi vientre, como un hábil carnicero o su aprendiz me estaba cortando el vientre con un cuchillo de carnicero.
Luché duro, Príncipe. Puse toda mi energía y concentración sin relajarme. Pero no conseguí paz en mi cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, mi mente no se sintió abrumada por el dolor.
Entonces se me ocurrió:
«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?».
Así que corté mi respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego hubo un ardor intenso en mi cuerpo, como dos hombres fuertes que agarran a un hombre más débil por los brazos para quemarlo y abrasarlo en un pozo de brasas.
Luché duro, Príncipe. Puse toda mi energía y concentración sin relajarme. Pero no conseguí paz en mi cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, mi mente no se sintió abrumada por el dolor.
Entonces algunos devas que viven cerca de los árboles y los ríos me vieron y dijeron: «el asceta Gotama está muerto». Otros dijeron: «No está muerto, pero se está muriendo». Otros dijeron: «No está muerto ni muriendo. El asceta Gotama es un Digno, porque así es como viven los Dignos».
Entonces se me ocurrió:
«¿Por qué no practico renunciando totalmente a la comida?»
Pero los devas vinieron a mí y me dijeron: «Buen señor, no practiques renunciando totalmente a la comida. Si lo haces, infundiremos néctar divino por tus poros y vivirás de eso».
Entonces pensé:
«Si afirmo estar ayunando totalmente mientras estos devas infunden néctar divino en mis poros, sería mentir por mi parte».
Así que despedí a esos devas, diciendo:
—No hay necesidad.
Entonces se me ocurrió:
«¿Por qué no tomo únicamente un poco de comida de cada vez, una taza de caldo hecho de soja verde, lentejas, garbanzos o guisantes?».
Eso es lo que hice, hasta que mi cuerpo se volvió extremadamente demacrado Debido a que comía tan poco, mis extremidades se volvieron como las articulaciones de un viejo de ochenta años o de un cadáver, mi trasero se convirtió en la pezuña de un camello, mis vértebras sobresalían como las cuentas en una japamala y mis costillas estaban tan demacradas como vigas rotas en un viejo granero. Debido a que comía tan poco, el brillo de mis ojos se hundió profundamente en las cuencas, como el destello del agua hundida en un pozo. Debido a que comía tan poco, mi cuero cabelludo se apergaminó y se quedó mustio como una calabaza verde amarga al viento y al sol.
Debido a que comía tan poco, la piel de mi vientre se pegó a mi columna vertebral, de modo que cuando traté de frotar la piel de mi vientre, agarré mi columna vertebral, y cuando intenté frotar mi columna vertebral, me froté la piel de mi vientre. Debido a que comía tan poco, cuando intenté orinar o defecar me caí boca abajo allí mismo. Debido a que comía tan poco, cuando intenté aliviar mi cuerpo frotando mis extremidades con mis manos, el cabello, podrido en sus raíces, se cayó.
Entonces algunas personas me vieron y dijeron: «el asceta Gotama es negro». Algunos dijeron: «No es negro, es marrón». Algunos dijeron: «No es negro ni marrón». «El asceta Gotama tiene la piel rojiza». Tanto así se había arruinado el cutis puro y brillante de mi piel por tomar tan poca comida.
Entonces pensé:
«Cualesquiera que sean los ascetas y los brahmanes que hayan experimentado sensaciones dolorosas, agudas, severas y penetrantes debido al sobreesfuerzo, ya sea en el pasado, futuro o presente, hasta aquí alcanza, nadie ha hecho más que esto. Pero no he conseguido ningún logro en episteme que sea digno de los nobles por este trabajo severo y agotador. ¿Podría haber otro camino para el despertar?».
Entonces pensé en una ocasión en la que estaba sentado a la sombra bajo un árbol de pomarrosa mientras mi padre araba. Mientras estaba sentado allí, totalmente apartado de los placeres sensoriales, apartado de los vicios, entré y permanecí en la primera jhāna, que tiene el placer, la felicidad y la alegría que surgen del recogimiento, mientras dirigí la mente y la mantuve concentrada. ¿Podría ser éste el camino hacia el despertar?
De ese recuerdo surgió la comprensión: «¡Ese es el camino hacia el despertar!».
Esto se me ocurrió:
«¿Por qué debo tener miedo de este placer, ya que no tiene nada que ver con placeres sensoriales o con defectos demeritorios?».
Esto se me ocurrió:
«No le temo a ese placer, ya que no tiene nada que ver con placeres sensoriales o con defectos demeritorios».
Esto se me ocurrió, Príncipe:
«Ahora no es fácil alcanzar esa felicidad sometiendo así al cuerpo a una extrema caquexia. ¿Y si tomara alimento material, arroz con leche?».
Así que tomé alimento material, arroz con leche. Entonces, en ese momento, los cinco bhikkhus que me estaban atendiendo y pensaban: «Cuando el recluso Gotama gane el Dhamma, nos lo anunciará», pero cuando yo tomé alimento material, arroz con leche, entonces estos cinco bhikkhus se volvieron hacia mí con disgusto, diciendo: «el bhikkhu Gotama vive en la abundancia, está flaqueando en su esfuerzo, se ha entregado a una vida de complacencia».
Cuando hube ingerido abundante alimento, habiendo agarrado fuerzas, apartado de los placeres de los sentidos, totalmente apartado de los placeres sensoriales, apartado de los vicios, entré y permanecí en la primera jhāna, que tiene el placer, la felicidad y la alegría que surgen del recogimiento, mientras dirigí la mente y la mantuve concentrada. Sin embargo, la sensación de felicidad surgida en mi mente habiéndose agotado, no perduró.
A medida que desaparecía el direccionamiento de la mente sobre las formas en movimiento, entré y permanecí en la segunda jhāna, que tiene el placer, la felicidad y la alegría que surgen de la concentración, con claridad y confianza internas, y con la mente concentrada, desaparece el direccionamiento de la mente sobre las formas en movimiento. Sin embargo, la sensación de felicidad surgida en mi mente habiéndose agotado, no perduró.
Al desvanecerse el placer, permanecí ecuánime, placentero y claramente consciente, y experimenté en mi persona esa alegría de la que los nobles dicen: «alegre vive el que tiene impasibilidad y es consciente», y entré y permanecí en la tercera jhāna. Pero, sin embargo, la sensación agradable que surgió en mí persistió sin afectar mi mente.
Abandonando el placer y el dolor, y poniendo fin a la felicidad y la tristeza anteriores, entré y permanecí en la cuarta jhāna, sin placer ni dolor, con pura impasibilidad y gnosis. Pero, sin embargo, la sensación agradable que surgió en mí persistió sin afectar mi mente.
Cuando mi mente se sumergió en la contemplación de esta manera, purificada, brillante, impecable, libre de tendencias subyacentes, flexible, viable, estable e imperturbable, la extendí hacia el recuerdo de vidas pasadas: recordé una variedad de antiguas vivencias, así: un nacimiento, dos nacimientos, tres nacimientos, cuatro nacimientos, cinco nacimientos, diez nacimientos, veinte nacimientos, treinta nacimientos, cuarenta nacimientos, cincuenta nacimientos, cien nacimientos, mil nacimientos, cien mil nacimientos y muchos eones de integración y muchos eones de desintegración y muchos eones de integración-desintegración, tal era yo por mi nombre, era de tal y tal clan, de tal y tal color, así me alimentaba, tales y tan placenteras y dolorosas experiencias eran mías, así terminó la vida. Pasando de esto, llegué a estar en otro estado en el que tal persona era yo por mi nombre, tenía tal y tal clan, tal y tal color, así que me nutrí, experiencias tan agradables y desagradables fueron mías, así terminó la vida. Muriendo allí, surgí aquí. Por lo tanto, diversos recuerdos de antiguas vivencias en todos sus modos y detalles.
Este, fue el primer conocimiento alcanzado por mí en el primer turno de la noche. Se disipó la ignorancia, surgió el conocimiento, se disipó la oscuridad, surgió la luz, mientras permanecía diligente, ardiente, autodeterminado.
Luego, con la mente serena, perfectamente purificada, perfectamente clarificada, sin mancha, sin contaminación, suave y maleable, fija, inamovible, dirigí mi mente al conocimiento de la muerte y el surgimiento de los seres. Con el ojo divino que sobrepasa al humano, vi seres a medida que mueren o renacen, Comprendo que hay seres que son mezquinos, excelentes, simpáticos, feos, bondadosos o malvados, de acuerdo con las consecuencias de sus actos.
Y pensé:
Este, fue el segundo conocimiento alcanzado por mí en la vigilia intermedia de la noche. Se disipó la ignorancia, surgió el conocimiento, se disipó la oscuridad, surgió la luz, mientras permanecía diligente, ardiente, autodeterminado.
Cuando mi mente se sumergió en la contemplación de esta manera: purificada, brillante, impecable, libre de tendencias subyacentes, flexible, viable, estable e imperturbable, la extendí hacia el conocimiento del fin de las tendencias subyacentes. Realmente entendí:
«Esto es sufrimiento… Este es el origen del sufrimiento… Esta es la cesación del sufrimiento… Esta es la práctica que conduce al cese del sufrimiento».
Realmente entendí:
«Estas son las tendencias subyacentes… Este es el origen de las tendencias subyacentes… Este es el cese de las tendencias subyacentes… Esta es la práctica que conduce al cese de las tendencias subyacentes».
Sabiendo y viendo así, mi conciencia se liberó de las tendencias subyacentes de la sensorialidad, del ansia de renacer y de la ignorancia. Cuando mi conciencia fue liberada, supe que fue liberada. Comprendí:
«El renacimiento ha terminado, la vida de renuncia ha sido completada, lo que había que hacer se ha hecho, no hay retorno a ningún estado de existencia».
Este fue el tercer conocimiento, que logré en la última guardia de la noche. La ignorancia fue destruida y surgió el conocimiento, la oscuridad fue destruida y surgió la luz, como sucede con un meditador que es diligente, entusiasta y resuelto. Pero incluso esa sensación agradable no ocupó mi mente.
Entonces se me ocurrió: «este principio que he descubierto es profundo, difícil de ver, difícil de comprender, pacífico, sublime, más allá del alcance de la razón, sutil, comprensible para el inteligente. Pero a la gente le gusta el apego, lo ama y lo disfruta. Es difícil para ellos ver esta cosa, es decir, condicionalidad específica, el origen dependiente. También es difícil para ellos ver esta cosa, es decir, el apaciguamiento de todas las actividades, el abandono de todos los apegos, el fin del ansia, el desvanecimiento, el cese, el Nibbāna. Y si yo enseñara el Dhamma, es posible que otros no me entiendan, lo cual sería agotador y problemático para mí».
Y luego se me ocurrieron estos versículos, que no fueron inspirados sobrenaturalmente, ni aprendidos antes en el pasado:
«He luchado mucho para darme cuenta de esto,
¡Basta de intentar explicarlo!
Esta enseñanza no se comprende fácilmente
por aquellos sumidos en el ansia y la aversión.
Aquellos atrapados en el ansia no pueden ver
lo que es sutil, va contra la corriente,
profundo, difícil de ver y muy sutil,
porque están envueltos en una masa de oscuridad».
Y mientras reflexionaba así, mi mente se inclinó a permanecer pasiva, no a enseñar el Dhamma.
Entonces el Mahābrahmā Sahampati, sabiendo lo que estaba pensando, pensó: «¡Dios mío! ¡El mundo se perderá, el mundo perecerá! Porque la mente del Tathāgata, el Digno, el Buddha plenamente despierto, se inclina a permanecer pasivo, no a enseñar el Dhamma».
Entonces el Mahābrahmā Sahampati, tan fácilmente como una persona fuerte extendería o contraería su brazo, desapareció del reino de Brahmā y reapareció frente al Buddha. Se acomodó la túnica sobre un hombro, se arrodilló sobre la rodilla derecha, levantó las palmas unidas hacia el Buddha y dijo:
Eso es lo que dijo el Mahābrahmā Sahampati. Luego pasó a decir:
«En la tierra de Magadha ha habido hasta ahora
una doctrina inmunda, inventada por los profanados.
¡Abrid la puerta a lo inmortal!
Que escuchen la doctrina que el Buddha entendió.
Como quien está en pie sobre una roca en la cima de una montaña,
puede ver a la gente por todos lados,
de la misma manera, Gran Sabio, habiendo ascendido
el palacio hecho de Dhamma, Visionario.
Mira hacia abajo a la gente abrumada por el dolor.
Estás libre de dolor sobre los vencidos por el nacimiento y la vejez.
Levántate, oh héroe, victorioso en la batalla,
líder de la caravana, libre de deudas, viaja por el mundo.
¡Que el Bendito enseñe el Dhamma!
¡Habrá quienes lo entiendan!».
Luego, comprendiendo la invitación de Brahmā, contemplé el mundo con los ojos de un Buddha, debido a mi misericordia por los seres. Y vi seres con poco polvo en los ojos, y algunos con mucho polvo en los ojos, con facultades agudas y con facultades débiles, con buenas cualidades y con malas cualidades, fáciles de enseñar y difíciles de enseñar. Algunos temiendo que las cosas incorrectas que cometen les lleven a malas condiciones en el próximo mundo, y otros no temiendo nada de esto.
Como una piscina con nenúfares azules o lotos rosados o blancos, algunos de ellos brotan y crecen en el agua sin elevarse por encima de ella, prosperando bajo el agua. Algunos brotan y crecen en la superficie del agua. Y otros brotan y crecen en el agua, pero se elevan por encima del agua y se quedan libres del agua.
Luego le respondí en verso al Mahābrahmā Sahampati:
«¡Abiertas de par en par están las puertas a lo Inmortal!
Que aquellos que escuchen esto puedan tener confianza en ello.
Percibiendo problemas, Brahmā, no proclamé
el sofisticado y sublime Dhamma entre los humanos».
Entonces el Mahābrahmā Sahampati, sabiendo que su petición de que enseñara el Dhamma había sido concedida, se inclinó y respetuosamente me rodeó, manteniéndome a su derecha, antes de desaparecer allí mismo.
«¿A quién debo enseñar primero? ¿Quién comprenderá rápidamente la enseñanza?».
Entonces se me ocurrió:
«A Āḷāra Kālāma que es inteligente, competente, profundo y que durante mucho tiempo ha tenido poco polvo en los ojos. ¿Por qué no le enseño en primer lugar? Entenderá rápidamente la enseñanza».
Pero un deva se acercó a mí y me dijo:
—Señor, Āḷāra Kālāma falleció hace siete días.
Y la gnosis surgió en mí: «Āḷāra Kālāma falleció hace siete días». Entonces se me ocurrió: «esta es una gran pérdida para Āḷāra Kālāma. Si hubiera escuchado la enseñanza, la habría entendido rápidamente».
Entonces se me ocurrió:
«¿A quién debo enseñar primero? ¿Quién comprenderá rápidamente la enseñanza?».
Entonces se me ocurrió:
«A Uddaka, hijo de Rāma, es inteligente, competente, profundo y que durante mucho tiempo ha tenido poco polvo en los ojos. ¿Por qué no le enseño en primer lugar? Entenderá rápidamente la enseñanza».
Pero un deva vino a mí y me dijo:
—Señor, Uddaka, hijo de Rāma, falleció anoche.
Y la gnosis surgió en mí: «Uddaka, hijo de Rāma, falleció anoche». Entonces se me ocurrió: «esta es una gran pérdida para Uddaka. Si hubiera escuchado la enseñanza, la habría entendido rápidamente».
Entonces se me ocurrió:
«¿A quién debo enseñar primero? ¿Quién comprenderá rápidamente la enseñanza?».
Entonces se me ocurrió:
«El grupo de cinco bhikkhus me ayudó mucho. Me cuidaron durante mi tiempo de esfuerzo decidido. ¿Por qué no les enseño en primer lugar?».
Entonces se me ocurrió:
«¿Dónde se queda el grupo de cinco bhikkhus estos días?».
Con la clarividencia purificada y sobrehumana vi que el grupo de cinco bhikkhus se alojaba cerca de Vārāṇasī, en el Parque de los Ciervos de Isipatana. Así que, después de estar en Uruvelā todo el tiempo que quise, partí hacia Vārāṇasī.
Mientras viajaba por el camino entre Gaya y Bodhgaya, Upaka, un asceta Ājīvaka seguidor de Makkhali Gosala, me vio y me dijo:
—Venerable, tus facultades son muy claras y su tez es pura y brillante. ¿En nombre de quién has renunciado, venerable? ¿Quién es tu maestro? ¿En qué enseñanza crees?
Le respondí a Upaka en verso:
«Lo he ganado todo, lo he conocido todo,
pero no me aferro a ninguna creencia.
He dejado todo atrás, estoy libre del ansia.
¿A quién debo seguir cuando me di cuenta de todo esto yo mismo?
No tengo maestro.
No hay nadie como yo.
En el mundo con sus devas
no tengo igual.
Porque en este mundo, yo soy el Digno,
soy el Maestro supremo.
Solo yo he ganado el despertar,
para quien todos los fuegos se han apagado, sofocado.
Voy a la ciudad de Kāsi
para hacer rodar la Rueda del Dhamma.
En este mundo tan ciego
¡tocaré el tambor inmortal!».
—Según lo que afirma, venerable, debería ser el Vencedor Infinito.
«Los vencedores son aquellos que, como yo,
han llegado al fin de las tendencias subyacentes.
He conquistado los pensamientos malsanos, Upaka,
por eso soy un vencedor».
Cuando hube hablado, Upaka dijo:
—Si tú lo dices, venerable…
Sacudiendo la cabeza, tomó una desviación y se fue.
Viajando etapa por etapa, llegué a Vārāṇasī y fui a ver al grupo de cinco bhikkhus al parque de los ciervos de Isipatana. El grupo de los cinco bhikkhus me vio acercarme a lo lejos y se dijeron unos a otros:
—Aquí llega este asceta Gotama que vive en la complacencia. Ha dejado de entrenar y ha vuelto a caer en una vida de complacencia. No debemos inclinarnos ante él o levantarnos por él o recibir su cuenco y su túnica. Pero podemos preparar un asiento. Podrá sentarse, si quiere.
Sin embargo, a medida que me acercaba, el grupo de cinco bhikkhus no pudo detenerse como habían acordado. Algunos salieron a recibirme y recibieron mi cuenco y mi túnica, algunos extendieron un asiento, mientras que otros pusieron agua para lavarme los pies. Pero todavía se dirigían a mí por mi nombre y como «venerable».
Entonces les dije:
—Bhikkhus, no se dirijan a mí por mi nombre ni como «venerable». El Tathāgata es un Digno, un Buddha plenamente despierto. Escuchen, bhikkhus: ¡he logrado lo Inmortal! Yo os instruiré, os enseñaré el Dhamma. Si practicáis según las instrucciones, pronto os daréis cuenta del fin supremo del camino espiritual en esta misma vida. Viviréis habiendo alcanzado con vuestra propia episteme el objetivo por el que los jóvenes de buena familia abandonan con razón el hogar y pasan a la vida sin hogar.
Pero me dijeron:
—Venerable Gotama, incluso con esa conducta, esa práctica, ese trabajo agotador, no lograste ninguna distinción sobrehumana en episteme digna de los nobles. ¿Cómo pudiste haber alcanzado tal estado ahora que te has vuelto indulgente, te has desviado del entrenamiento y has caído en la complacencia?
Entonces les dije:
—El Tathāgata no se ha vuelto indulgente, ni se ha desviado del entrenamiento ni ha caído en la complacencia. El Tathāgata es un Digno, un Buddha plenamente despierto. Escuchad, bhikkhus: ¡he logrado lo Inmortal! Yo os instruiré, os enseñaré el Dhamma. Si practicáis según las instrucciones, pronto os daréis cuenta del fin supremo del camino espiritual en esta misma vida. Viviréis habiendo alcanzado con vuestra propia episteme el objetivo por el que los jóvenes de buena familia abandonan con razón el hogar y pasan a la vida sin hogar.
Pero por segunda vez me dijeron:
—Venerable Gotama… has caído en la complacencia.
Así que por segunda vez les dije:
—El Tathāgata no se ha vuelto indulgente…
Pero por tercera vez me dijeron:
—Venerable Gotama… has caído en la complacencia.
Entonces les dije:
—Bhikkhus, ¿alguna vez me habéis oído hablar así?
—No, señor.
—El Tathāgata es un Digno, un Buddha completamente despierto. Escuchen, bhikkhus: ¡he logrado lo Inmortal! Yo os instruiré, os enseñaré el Dhamma. Si practicáis según las instrucciones, pronto os daréis cuenta del fin supremo del camino espiritual en esta misma vida. Viviréis habiendo alcanzado con vuestra propia episteme el objetivo por el que los jóvenes de buena familia abandonan con razón el hogar y pasan a la vida sin hogar.
Pude persuadir al grupo de cinco bhikkhus. Entonces, a veces, aconsejaba a dos bhikkhus, mientras que los otros tres iban a pedir limosna. Entonces esos tres nos alimentarían a los seis con lo que traían. A veces aconsejaba a tres bhikkhus, mientras que los otros dos iban a pedir limosna. Entonces esos dos nos alimentaban a los seis con lo que traían.
Mientras el grupo de cinco bhikkhus estaba siendo aconsejado e instruido por mí de esta manera, pronto se dieron cuenta del fin supremo del camino espiritual en esta misma vida. Vivieron habiendo logrado con su propia episteme el objetivo por el que los señores, con razón, pasan de la vida hogareña a la vida sin hogar.
Cuando hubo hablado, el príncipe Bodhi le dijo al Buddha:
—Señor, cuando un bhikkhu tiene al Tathāgata como entrenador, ¿cuánto tiempo le tomaría darse cuenta del fin supremo del camino espiritual en esta misma vida?
—Bueno, príncipe, a cambio te preguntaré sobre lo siguiente y podrás responder como quieras. ¿Qué opinas, príncipe? ¿Eres experto en el arte de blandir un ankus mientras montas en un elefante?
—Sí, señor.
—¿Qué opinas, príncipe? Supongamos que llega un hombre pensando: «el príncipe Bodhi conoce el arte de blandir un ankus mientras monta un elefante. Me entrenaré en ese arte con él. Si es infiel, no lograría lo que podría conseguir con fe. Si no está sano, no lograría lo que podría conseguir con buena salud. Si es taimado o engañoso, no lograría lo que podría conseguir con honestidad e integridad. Si es vago, no lograría lo que podría conseguir con energía. Si es estúpido, no lograría lo que podría conseguir con sabiduría».
¿Qué opinas, príncipe? ¿Podrías enseñarle a un hombre así a controlar a los elefantes?
—Señor, incluso si tuviera uno solo de estos defectos, no podría entrenar conmigo, y mucho menos si tiene los cinco.
—¿Qué opinas, príncipe? Supongamos que llega un hombre pensando: «el príncipe Bodhi conoce el arte de blandir un ankus mientras monta un elefante. Me entrenaré en ese arte con él. Si es fiel, logrará lo que pudiera conseguir con fe. Si está sano, logrará lo que pueda conseguir con buena salud. Si es honesto y tiene integridad, lograría lo que pudiera conseguir con honestidad e integridad. Si es enérgico, lograría lo que pudiera conseguir con energía. Si es sabio, lograría lo que pudiera conseguir con sabiduría».
¿Qué opinas, príncipe? ¿Podrías enseñarle a un hombre así a controlar a los elefantes?
—Señor, incluso si tuviera una sola de estas cualidades, podría entrenar conmigo, y mucho más si tiene las cinco.
—De la misma manera, príncipe, existen estos cinco factores que contribuyen a un buen entrenamiento.
—¿Qué cinco?
—Es cuando un discípulo de los nobles tiene fe en el despertar del Tathāgata: «ese Bendito es un Digno, un Buddha plenamente despierto, logrado en conocimiento y conducta, santo, conocedor del mundo, guía supremo para quienes desean formarse, Maestro de devas y los humanos, despiertos, bendecidos». Rara vez está enfermo o indispuesto. Su estómago digiere bien, no está ni demasiado caliente ni demasiado frío, sino justo y apto para el entrenamiento. No es taimado ni engañoso. Se revela honestamente al Maestro o a sus sabios compañeros renunciantes. Vive con la energía que se despierta por renunciar a los pensamientos malsanos y abrazar las buenas cualidades. Es fuerte, incondicionalmente vigoroso y no se afloja cuando se trata de desarrollar buenas cualidades. Es sabio. Tiene la sabiduría sobre el surgimiento y la desaparición, la cual es noble, penetrante y conduce al final completo del sufrimiento. Estos son los cinco factores que apoyan el entrenamiento.
Cuando un bhikkhu con estos cinco factores que apoyan el entrenamiento tiene al Tathāgata como entrenador, podría realizar el fin supremo del camino espiritual en siete años. Puedes ignorar los siete años, podría realizar el final supremo del camino espiritual en seis años, o tan solo en un año. E incluso menos, en un año, cuando un bhikkhu con estos cinco factores que apoyan el entrenamiento tiene al Tathāgata como entrenador, podría realizar el fin supremo del camino espiritual en siete meses, o tan solo un día. E incluso menos, en un día, cuando un bhikkhu con estos cinco factores que apoyan el entrenamiento tenga al Tathāgata como entrenador, podría ser instruido por la tarde y lograr distinción por la mañana, o ser instruido por la mañana y lograr distinción por la noche.
Cuando hubo hablado, el Príncipe Bodhi le dijo al Buddha:
—¡Oh, Buddha! ¡Oh, Dhamma! ¡Oh, qué bien explicada es la enseñanza! Porque alguien podría ser instruido por la tarde y lograr distinción en la mañana, o ser instruido en la mañana y lograr distinción en la noche.
Cuando dijo esto, Sañjikāputta le dijo al Príncipe Bodhi:
—Aunque el Señor Bodhi habla así, no te refugias en el Maestro Gotama, en el Dhamma y en el Saṅgha de los bhikkhus.
—¡No digas eso, querido Sañjikāputta, no digas eso! He escuchado y aprendido esto en presencia de la señora, mi madre. Esta vez el Buddha se quedó cerca de Kosambi, en el Monasterio de Ghosita. Entonces mi madre embarazada se acercó al Buddha, se inclinó, se sentó a un lado y le dijo: «Señor, el príncipe o la princesa en mi vientre se refugia en el Buddha, en el Dhamma y en el Saṅgha de los bhikkhus. A partir de este día, que el Buddha me recuerde como una seguidora laica que se ha refugiado de por vida».
En otra ocasión, el Buddha se estaba quedando aquí en la tierra de los Bhaggas en la colina de los cocodrilos, en el Parque de los Ciervos en el bosque de Bhesakaḷ. Entonces mi niñera, cargándome en su cadera, se acercó al Buddha, se inclinó, se paró a un lado y le dijo:
—Señor, este Príncipe Bodhi se refugia en el Buddha, en el Dhamma, y en el Saṅgha de los bhikkhus. A partir de este día, que el Buddha lo recuerde como un seguidor laico que se ha refugiado de por vida.
Ahora, por segunda vez, voy a buscar refugio en el Buddha, en el Dhamma, y en el Saṅgha de los bhikkhus. A partir de este día, que el Buddha me recuerde como un seguidor laico que se ha refugiado de por vida.
Ahora, por tercera vez, voy a buscar refugio en el Buddha, en el Dhamma, y en el Saṅgha de los bhikkhus. A partir de este día, que el Buddha me recuerde como un seguidor laico que se ha refugiado de por vida.