—Bhikkhus, suponed que la tierra estuviera completamente cubierta de agua. Y una persona arroja un yugo con un solo agujero en ella. El viento del este lo lleva al oeste, el viento del oeste lo lleva al este, el viento del norte lo lleva al sur, y el viento del sur la lleva al norte. Y había una tortuga de un solo ojo que aparecía una vez cada cien años.
—¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Esa tortuga de un solo ojo, que aparece una vez cada cien años, todavía podría meter el cuello por el agujero de ese yugo?
—Es poco probable, Maestro.
—Así de improbable es renacer como ser humano. Y así de improbable es que surja en el mundo un Tathāgata, un Digno, un Buddha completamente despierto. Y así de improbable es que la Enseñanza y Disciplina proclamadas por un Tathāgata brillen en el mundo. Y ahora, bhikkhus, habéis renacido como humanos. Un Tathāgata ha surgido en el mundo, un Digno, un Buddha Plenamente Despierto. Y la Enseñanza y la Disciplina proclamada por un Tathāgata brilla en el mundo.
Por eso debéis practicar la contemplación.