Hubo un tiempo en que el Buddha se encontraba cerca de Benarés, en el parque de ciervos de Isipatana.
Entonces el Buddha se vistió por la mañana y, tomando su cuenco y su túnica, entró en Benarés para pedir limosna. Mientras el Buddha caminaba para pedir limosna cerca del lugar de enganche de vacas en la higuera de hoja ondulada, vio a un bhikkhu descontento que buscaba placer en las cosas externas, inconsciente, sin entendimiento o contemplación, con la mente descarriada y facultades indisciplinadas.
El Buddha le dijo:
—Bhikkhu, no te amargues. Si estás amargado, corrompido por el hedor de la carne podrida, las moscas, sin duda, te plagarán e infestarán.
Al escuchar este consejo del Buddha, ese bhikkhu sintió una sensación de urgencia. Luego, después de la comida, a su regreso de la ronda de limosnas, el Buddha les contó a los bhikkhus lo que había sucedido…
Cuando dijo esto, uno de los bhikkhus le preguntó al Buddha:
—Señor, ¿qué es esta «amargura»? ¿Qué es el «hedor a carne podrida»? ¿y qué son las «moscas»?
—El ansia es amargura, la aversión es el hedor de carne podrida, y la malevolencia son las moscas. Si estás amargado, corrompido por el hedor de la carne podrida, las moscas, sin duda, te plagarán e infestarán.
Cuando sus ojos y oídos está desprotegidos,
y sus facultades sensoriales no está restringidas,
las moscas, esos pensamientos lujuriosos,
lo acosarán.
Un bhikkhu amargado,
corrompido por el hedor de la carne podrida,
está lejos de extinguirse,
la angustia es su suerte.
Ya sea en el pueblo o en la selva,
si no encuentran tranquilidad en sí mismo,
el tonto, falto de sabiduría,
es honrado solo por moscas.
Pero los que tienen ética,
amantes de la sabiduría y la paz,
ellos, en paz, duermen bien,
ya que se han deshecho de las moscas.