En cierta ocasión, el Buddha se encontraba cerca de Vesāli, en el Gran Bosque, en la sala con el techo puntiagudo. Entonces, cierto bhikkhu vajjī se acercó al Buddha, se inclinó, se sentó a un lado y le dijo:
—Señor, cada quince días se recitan más de ciento cincuenta reglas de entrenamiento. No puedo entrenar con tantas.
—Pero bhikkhu, ¿puedes entrenar en los tres entrenamientos: de la ética superior, de la concentración y de la sabiduría?
—Puedo, señor.
—Entonces, bhikkhu, debes entrenar en estos tres entrenamientos: de la ética superior, de la concentración y de la sabiduría. A medida que entrenas, abandonarás el ansia, la aversión y la ignorancia. Entonces no harás nada perjudicial, ni practicarás nada malo.
Después de algún tiempo, ese bhikkhu se entrenó en la ética superior, en la concentración y en la sabiduría. Renunció al ansia, a la aversión y a la ignorancia. Luego no hizo nada perjudicial, ni practicó nada malo.