En cierta ocasión, el Buddha se encontraba cerca de Rājagaha, en la montaña del pico del buitre.
Para ese momento, varios ascetas muy conocidos residían en el monasterio de los ascetas en la orilla del río Sappinī. Incluían a Annabhāra, Varadhara, Sakuludāyī y otros ascetas muy conocidos. Luego, a última hora de la tarde, el Buddha salió de su retiro y fue al monasterio de los ascetas a orillas del río Sappinī, se sentó en el asiento preparado y le dijo a los ascetas:
—Ascetas, estos cuatro principios básicos son originales, ancestrales, tradicionales y antiguos. Se mantienen incorruptos, como desde el principio. No están siendo corrompidos ahora, ni lo estarán. Los brahmanes y ascetas sensatos no los menosprecian.
—¿Qué cuatro?
—Satisfacción… benevolencia… práctica… concentración correcta… Estos cuatro principios básicos son originales, ancestrales, tradicionales y antiguos. Se mantienen incorruptos, como desde el principio. No están siendo corrompidos ahora, ni lo estarán. Los brahmanes y ascetas sensatos no los menosprecian.
Ascetas, si alguien dijera: «Rechazaré este principio básico de satisfacción y describiré a un verdadero asceta o brahmán como uno que ansía los placeres sensoriales con intensa lujuria». Entonces yo le diría a esa persona: «Venga, hable y discuta. Veremos hasta dónde llega con eso».
Es simplemente imposible rechazar este principio básico de satisfacción y señalar a un verdadero asceta o brahmán como uno que ansía los placeres sensoriales con intensa lujuria.
Si alguien dijera: «Rechazaré este principio básico de benevolencia y describiré a un verdadero asceta o brahmán como uno que tiene aversión y una disposición odiosa». Entonces yo le diría a esa persona: «Venga, hable y discuta. Veremos hasta dónde llega con eso».
Es simplemente imposible rechazar este principio básico de benevolencia y señalar a un verdadero asceta o brahmán como uno que tiene aversión y una disposición odiosa.
Si alguien dijera: «Rechazaré este principio básico de la práctica correcta y describiré a un verdadero asceta o brahmán como uno que es olvidadizo e irreflexivo». Entonces yo le diría a esa persona: «Venga, hable y discuta. Veremos hasta dónde llega con eso».
Es simplemente imposible rechazar este principio básico de la práctica correcta y señalar a un verdadero asceta o brahmán como uno que es olvidadizo e irreflexivo.
Si alguien dijera: «Rechazaré este principio básico de la concentración correcta y describiré a un verdadero asceta o brahmán como uno que está desenfrenado, con la mente descarriada». Entonces yo le diría a esa persona: «Venga, hable y discuta. Veremos hasta dónde llega con eso».
Es simplemente imposible rechazar este principio básico de la concentración correcta y señalar a un verdadero asceta o brahmán como uno que está desenfrenado, con la mente descarriada.
Si alguien se imagina que puede criticar y rechazar estos cuatro principios básicos, merece el reproche y la crítica por cuatro motivos legítimos en esta vida.
—¿Qué cuatro?
—Si rechaza el principio básico de la satisfacción, entonces debe honrar y alabar a los ascetas y brahmanes que ansian los placeres sensoriales con intensa lujuria. Si rechaza el principio básico de la benevolencia, debe honrar y alabar a los ascetas y brahmanes que tienen aversión y una disposición odiosa. Si rechaza el principio básico de la práctica correcta, entonces debe honrar y alabar a los ascetas y brahmanes que son olvidadizos e irreflexivos. Si rechaza el principio básico de la concentración correcta, debe honrar y alabar a esos ascetas y brahmanes que están desenfrenados, con mentes extraviadas.
Si alguien se imagina que puede criticar y rechazar estos cuatro principios básicos, merece el reproche y la crítica por cuatro motivos legítimos en esta vida.
Incluso aquellos ascetas del pasado, Vassa y Bhañña de Ukkalā, que enseñaron la teoría de que no hay consecuencia de las acciones, la teoría de la inacción y la teoría del nihilismo, no imaginaron que estos cuatro principios básicos deberían ser criticados o rechazados.
—¿Por qué es eso?
—Por temor a ser culpados, criticados y censurados.
Aquel que tiene benevolencia, siempre cuidadoso,
sereno por dentro,
entrenado para eliminar el ansia,
es llamado «diligente».