En cierta ocasión, el Buddha se encontraba cerca de Sāvatthī en la arboleda de Jeta, el monasterio de Anāthapiṇḍika.
Luego, al final de la tarde, el Buddha salió de su retiro, fue a la sala de asambleas y se sentó en el asiento preparado. El venerable Sāriputta también salió de su retiro, fue a la sala de asambleas, se inclinó ante el Buddha y se sentó a un lado. Los venerables Mahāmoggallāna, Mahākassapa, Mahākaccāna, Mahākoṭṭhita, Mahācunda, Mahākappina, Anuruddha, Revata y Ānanda hicieron lo mismo.
El Buddha pasó la mayor parte de la noche sentado en recogimiento, luego se levantó de su asiento y entró en su morada. Y poco después de que el Buddha dejara a esos venerables, cada uno se fue a su propia morada.
Pero aquellos bhikkhus que eran jóvenes, que acababan de renunciar, recién llegados a esta Enseñanza y Disciplina dormían hasta que salía el sol, roncando. El Buddha los vio hacer esto, con su clarividencia purificada y sobrehumana. Fue a la sala de asambleas, se sentó en el asiento preparado y se dirigió a los bhikkhus:
—Bhikkhus, ¿dónde está Sāriputta? ¿Dónde están Mahāmoggallāna, Mahākassapa, Mahākaccāna, Mahākoṭṭhita, Mahācunda, Mahākappina, Anuruddha, Revata y Ānanda? ¿A dónde se han ido estos discípulos mayores?
—Poco después de que el Buddha dejara a esos venerables, cada uno se fue a su propia morada.
—Entonces, bhikkhus, cuando los bhikkhus mayores se fueron, ¿por qué durmísteis hasta que salió el sol, roncando?
¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Alguna vez habéis visto u oído hablar de algún rey ungido que gobierne toda su vida, querido y amado por su país, que se entregue a los placeres de dormir, mentir y adormecerse tanto como le apetezca?
—No, señor.
—¡Bien, bhikkhus! Yo tampoco había visto ni oído hablar de algo así.
¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Alguna vez habéis visto u oído hablar de un funcionario designado… de un funcionario hereditario… de un general… de un jefe de aldea… o de un jefe de gremio que dirige el gremio toda su vida, querido y amado por el gremio, que se entregue a los placeres de dormir, mentir y adormecerse tanto como le apetezca?
—No, señor.
—¡Bien, bhikkhus! Yo tampoco había visto ni oído hablar de algo así. ¿Qué os parece, bhikkhus? ¿Alguna vez habéis visto u oído hablar de un asceta o brahmán que se entregue a los placeres de dormir, acostarse y adormecerse tanto como le apetezca, con las puertas de sus sentidos desprotegidas, que come demasiado, que no está entregado a la diligencia, que es incapaz de discernir las cualidades meritorias y que no persigue el desarrollo de las cualidades que conducen al despertar a la caída de la tarde y hacia el final de la noche, pero sin embargo, que logre la liberación de la conciencia y la liberación mediante la episteme en esta misma vida. Y viva logrando con sus habilidades paranormales el fin de las tendencias subyacentes?
—No, señor.
—¡Bien, bhikkhus! Yo tampoco había visto ni oído hablar de algo así. Por tanto, debéis entrenar así: «Cuidaremos nuestras puertas sensoriales, comeremos con moderación, nos entregaremos a la diligencia, discerniremos las cualidades meritorias y buscaremos el desarrollo de las cualidades que conducen al despertar a la caída de la tarde y hacia el final de la noche». Así es como debéis entrenar.