Esto he oído.
Hubo un tiempo en que el Buddha se encontraba en la tierra de los sākkas, cerca de Kapilavatthu en el Monasterio del Baniano. Entonces Mahānāma el sākka se acercó al Buddha, se inclinó, se sentó a un lado y le dijo:
—Señor, este Kapilavatthu es exitoso y próspero y está lleno de gente, con estrechos callejones sin salida. A última hora de la tarde, después de rendir homenaje al Buddha o a un bhikkhu estimado, entro en Kapilavatthu. Me encuentro con un elefante, caballo, carro, carro o persona callejeros. Si en ese momento me olvido del Buddha, de la Enseñanza y del Saṅgha, pienso: «si muriera en este momento, ¿dónde renacería en mi próxima vida?».
—¡No temas, Mahānāma, no temas! Tu muerte no será mala, tu fallecimiento no será malo. Un discípulo de los nobles que tiene cuatro cosas inclinadas, predispuestas y animadas hacia Nibbāna.
—¿Qué cuatro?
—Es cuando un discípulo de los nobles tiene una fe inquebrantable en el Buddha, en la Enseñanza y en el Saṅgha… y tiene la conducta ética amada por los nobles… que conduce a la contemplación.
Supongamos que hubiera un árbol que se inclina, se ladea y se tuerce hacia el este. Si fuera cortado por la raíz, ¿dónde caería?
—Señor, caería en la dirección en que se inclina, se ladea y se tuerce.
—De la misma manera, un discípulo de los nobles que tiene cuatro cosas se inclina, se ladea y se tuerce hacia Nibbāna.