—Bhikkhus, existen estos cuatro peligros de las trasgresiones.
—¿Qué cuatro?
—Supongamos que arrestan a un bandido, un criminal y lo presentan al rey, diciendo: «Su Majestad, este es un bandido, un criminal. ¡Que Su Majestad le castigue!». El rey dice: «Id, mis hombres, y atad los brazos de este hombre con fuerza a la espalda con una cuerda fuerte. Afeitadle la cabeza y arrastradle de calle en calle y de plaza en plaza al son de un tambor áspero. Luego sacadlo por la puerta del sur y allí, al sur de la ciudad, cortadle la cabeza».
Los hombres del rey harían lo que se le dijera. Entonces, un espectador podría pensar: «Este hombre debe haber cometido una acción verdaderamente mala y reprensible, un delito capital. No hay forma de que yo jamás cometa un acto tan malo y reprobable, un delito capital».
De la misma manera, tomemos el caso de cualquier bhikkhu o bhikkhunī que haya creado una percepción tan aguda de peligro con respecto a las trasgresiones que conllevan la expulsión.
Supongamos que un hombre se pusiera un paño negro, se despeinara y se pusiera un garrote en el hombro. Luego se acerca a una gran multitud y dice: «Señores, he cometido un acto malo y reprensible, por la que merezco ser golpeado. Me someto a vuestro escarnio». Entonces, un espectador podría pensar: «Este hombre debe haber cometido una acción verdaderamente mala y reprensible, que merece ser golpeado… No hay forma de que yo jamás cometa una acción tan mala y reprensible, que merezca una golpiza».
De la misma manera, tomemos el caso de cualquier bhikkhu o bhikkhunī que haya creado una percepción tan aguda de peligro con respecto a las trasgresiones que conllevan suspensión. Se puede esperar que si no ha cometido un transgresión de suspensión no lo hará, y si cometieron una, la tratará adecuadamente.
Supongamos que un hombre se pusiera un paño negro, se despeinara y se pusiera un saco de cenizas en el hombro. Luego se acerca a una gran multitud y dice: «Señores, he cometido un acto malo y reprobable, mereciendo llevar un saco de cenizas. Me someto a vuestro escarnio». Entonces, un transeúnte podría pensar: «Este hombre debe haber cometido una acción verdaderamente mala y reprobable, mereciendo un saco de cenizas. No hay forma de que yo jamás cometa un acto tan malo y reprensible, mereciendo un saco de cenizas».
De la misma manera, tomemos el caso de cualquier bhikkhu o bhikkhunī que haya creado una percepción tan aguda de peligro con respecto a trasgresiones confesables. Se puede esperar que si no ha cometido una transgresión confesable no lo hará, y si cometió una la tratará adecuadamente.
Supongamos que un hombre se pusiera un paño negro y se despeinara. Luego se acerca a una gran multitud y dice: «Señores, he cometido un acto malo y reprensible, digno de críticas. Me someto a vuestro escarnio». Entonces, un espectador podría pensar: «Este hombre debe haber cometido una acción verdaderamente mala y reprobable, que merece ser criticada. No hay forma de que yo jamás cometa una acción tan mala y reprobable, que merezca tal crítica».
Del mismo modo, tomemos el caso de cualquier bhikkhu o bhikkhunī que haya creado una percepción tan aguda de peligro con respecto a trasgresiones reconocibles. Se puede esperar que si no ha cometido una transgresión reconocible, no lo hará, y si cometió una, la tratará adecuadamente.
Estos son los cuatro peligros de las trasgresiones.